"(...) Una unión monetaria efectiva requiere un mecanismo de seguro para
poder gestionar el impacto de los shocks asimétricos, pero la oposición
alemana es feroz. La actitud alemana de minimizar el coste potencial de
la unión monetaria es similar al debate sobre la desigualdad.
La
obsesión con la austeridad fiscal y con los riesgos de inflación se
explica desde el interés de los más acomodados de proteger sus intereses
como ahorradores e inversores, aunque así se aumente la brecha entre
ricos y pobres.
La división norte-sur se aprecia en tres aspectos fundamentales. En
primer lugar, la falta de atención a las políticas de demanda. En
segundo lugar, la asimetría en el diseño y aplicación de las reglas. Y
en tercer lugar, en la insistencia en narrativas de la crisis que no
reflejan la realidad.
La falta de atención a las políticas de demanda se manifiesta, de
manera clara, en unos tipos de interés reales excesivamente altos (en la
zona euro, no en Alemania), mucho más altos que EE UU o Reino Unido a
pesar de tener una situación de crecimiento, desempleo e inflación mucho
más precaria. Las reformas no funcionan sin crecimiento.(...)
La asimetría en la aplicación de las reglas se observa en varios
aspectos. Por un lado, la asimetría en la regla de los desequilibrios
excesivos: se penalizan los déficits por cuenta corriente de más del 3%,
pero solo los superávits de más del 6%. ¿Por qué? Porque Alemania,
cuando se creó la regla, tenía ya un superávit de más del 3%.
Es cierto
que un déficit excesivo puede crear más problemas que un superávit
excesivo. Pero también es cierto que el superávit de Alemania, ya por
encima del 6%, es el reflejo de su falta de compromiso con el euro.
Al
fin y al cabo, Alemania es uno de los países que menos reformas
estructurales ha emprendido en los últimos años, y que se resiste a
reformar su economía para estimular la demanda interna y así contribuir
al crecimiento de la zona euro —por ejemplo, liberalizando el sector
servicios y reformando su anticuado sistema bancario, para reducir su
nivel excesivo de ahorro—.(...)
Las narrativas que se generan tras una crisis son decisivas porque
determinan las políticas que se adoptan para resolver la crisis y, por
tanto, su impacto es muy persistente. La narrativa aceptada es esta: la
crisis se debió a la falta de competitividad de la periferia europea, y
la solución pasa por recuperar esa competitividad.
El ejemplo a seguir
es Alemania, que acometió reformas laborales y moderación salarial
durante la década anterior a la crisis, y ahora es la economía más en
forma de la zona euro, con bajo desempleo, una situación fiscal
equilibrada y un amplio superávit exterior. Así, leída de un tirón, la
narrativa tiene sentido. El problema es que no es cierta.
Sí, Alemania
acometió reformas, y recuperó competitividad vía moderación salarial.
Pero la clave de su éxito exterior no se debió a su competitividad de
costes, sino a tener una cartera de productos (sobre todo bienes de
capital) cuya demanda aumentó de manera exponencial gracias al rápido
desarrollo de la economía china y del aumento de la riqueza de los
países productores de petróleo (demandantes de bienes de capital).
La
clave del éxito exportador es siempre la demanda, a no ser que se quiera
competir en precio, algo imposible para los países desarrollados frente
a los niveles salariales en China y el resto de mercados emergentes. La clave de su recuperación económica tras la crisis no se
debe a sus reformas precrisis. Sí, Alemania flexibilizó su mercado
laboral con las reformas introducidas por el Gobierno de Gerhard
Schröder.
Pero la clave de la rápida recuperación económica alemana ha
sido el gran estímulo monetario del que ha gozado. Los tipos de interés
reales en Alemania han caído durante la crisis tanto como en EE UU —a
efectos prácticos, Alemania se ha beneficiado de una expansión
cuantitativa—.
Si a ello le añadimos que su ajuste fiscal ha sido menor
que el de los países de la periferia del euro —sobre todo porque, al
caer los tipos de interés, el coste de la deuda ha disminuido,
necesitando así menos recortes de gasto para generar el mismo ajuste
fiscal—, la conclusión está clara: la economía alemana debe su bonanza
económica sobre todo a factores cíclicos (y a no haber tenido un
calentón inmobiliario precrisis, pero eso es una casualidad histórica,
ya que ellos lo tuvieron dos décadas antes). El ajuste salarial, por sí
solo, no genera crecimiento. (...)
Esta división norte-sur no es sostenible políticamente. Por desgracia, no tiene visos de mejorar." (
Ángel Ubide
, El País, 13 ABR 2014 )
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