23.4.14

Los pobres están eligiendo, como los ricos, los centros de las ciudades para comerse y beberse sus 400 euros

"Con el permiso de ustedes, quisiera empezar este artículo en un estilo muy directo y provocador: España va mal, muy mal… y la culpa de esto no es de sólo de unos señores banqueros o políticos de derecha, de ultraderecha, etc. 

Como queremos muchas veces cuando tenemos veinte años y más ansias de saber y de hablar que de escuchar y aprender, y sobre todo de comprender, de comprender a los otros.

 La culpa, si existe, es de todos, sobre todo de aquellos ciudadanos, que confundidos por el ruido de los rumores y la ignorancia de los hechos que provocan los medios de comunicación, descuidan el cuidado de sus vecinos, sean de la religión que sean, vengan del país que vengan, duerman en sus casas o en los soportales de las catedrales y en los espacios públicos, que son, como tal, de todos, y también fundamentalmente, de ellos.

 El motivo de este artículo es dar cuenta de un hecho que sucedió en Granada hace unas dos semanas y que conocí a través de un periódico local. En reunión con autoridades políticas locales, y fundamentalmente con el Alcalde de dicha Ciudad donde habito, varias asociaciones de vecinos del centro histórico y comercial de la ciudad, pedían al alcalde la toma de medidas para buscar, y cito palabras literales de los asistentes, tal y como lo reproducía el periódico: “una solución global” para las personas indigentes que comen, duermen, piden y descansan en esas calles preciosas de Granada.

 Como ciudadano que he leído más libros que visto partidos de fútbol, la expresión “solución global”, entiendo que fruto de la previsible ignorancia de los que la formularon, me produjo fuertes retortijones de estómago durante todo ese día, en el que escribí a grandes rasgos estas palabras. 

Puesto que en España, como dice el gran escritor murciano, Arturo Pérez Reverte, no cabe ni un tonto más, creo que la forma en la que debemos leer, o la que yo uso para leer la degradación del tejido social y de la cohesión en nuestro país, es la del diálogo, la del reconocimiento del otro, sea quien fuere, y la del escrupuloso respeto a los derechos humanos, a la vida, a la libertad, a la integridad física.(...)

 Voy a dar paso al relato del episodio concreto que he adelantado, de conato de alzamiento de los menos pobres de la Ciudad de Granada, contra los más pobres habitantes de la misma, que llenan, verdad es, las céntricas plazas con sus biografías derrotadas por el pavimento.

 Sentados, a veces solos, las más de las veces en grupos de tres, seis, ocho personas, pero en mucha menor cantidad de lo que podemos ver en Madrid, por poner un ejemplo, parece ser que su presencia no es grata para un minúsculo sector de la población Granadina… hecha a los buenos tejidos para el cuerpo, y al buen yantar y libar para sus almas, desbordados en su necesidad de limosnear (dar limosna), suelen ser generosos, dicha exigua minoría: hasta el tercer pobre, y la tercera moneda por semana, ahí ya se ven desbordados, y claro la situación les desborda completamente, me parece a mí.

 Los pobres están eligiendo, entiendo, como los mismos ricos, los centros de las ciudades para comerse y beberse sus cuatrocientos euros de miseria que han heredado por derecho propio del boom de la construcción y la hamburguesa de vaca loca. 

Como me decía literalmente un señor de unos cincuenta años, carpintero de profesión, de Sevilla, que prefiere la ciudad hermana de Granada para vivir en la calle, ante completa falta de alternativa política, y ante la parálisis cerebral y coronaria de los políticos españoles al pleno: “yo mis cuatrocientos euros me los gasto donde me da la gana, y a mí me gusta el centro, porque está limpio, y hay gente, y hay jóvenes que se paran y hablan conmigo, como tú”.

 En el fondo, este sector económico de la ciudad que rechaza la pobreza visible en sus barrios, pero alienta la pobreza general con su descualificación y su voraz necesidad de crecientes beneficios en un contexto estructural de caída de los mismos, no ha entendido, no ha comprendido lo esencial: los pobres moradores de las calles de Granada, de Andalucía y de España, son los consumidores de una sociedad de consumo post-boom como la nuestra.

 Es que creo que es lo que hay… no hay más, nadie tiene dinero para acudir a sus tiendas a comprar impecables vestidos de novia por tres mil euros, y la gente sigue casándose o “arrejuntándose” como graciosamente dicen los granadinos. La gente sigue paseando por el centro, pero en lugar de ir cada noche al cine, van muy de tarde en tarde, porque el IVA de la cultura los está dejando kao… y quizás le estén tomando el gusto a la llana conversación. 

Todo está cambiando mucho, y muy deprisa, por eso conviene no pretender una rápida restauración del boom anterior, puede que se haya ido de por vida al infierno… del que nunca debió salir. 

Las gentes son sabias, necesitan tiempo para encarrilar la historia, esta crisis parece un llamamiento a la calma de los más listos… y el dar una oportunidad a las gente comunes, siempre menos leídas pero menos crueles que las primeras. Historia enseña, por mucho que nos la oculten… todos la tenemos, todos la sabemos, y todos la sufrimos.(...)"            (Antonio Martínez López, Rebelión, 15/04/2014)

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