"Una de las claves de la cómoda supervivencia de quienes controlan el
poder ha sido siempre tener pillada por los huevos a la mayor cantidad
de gente posible, sobre todo si se encuentra entre los 25 y los 45 años:
personas con hijos en edad escolar, que se compren pisos con hipotecas
colosales, que tengan un trabajo que los amarre bien y los convierta en
sumisos y eficientes empleados -ya se sabe, hace mucho frío fuera-…
Quienes
putean, como está ocurriendo, a este segmento de la población, y
aumentan así la desigualdad social a una velocidad escandalosa, yo creo
que se están haciendo directamente el harakiri.
Cuando uno tiene
algo que conservar, o proteger, cuando hay expectativas de prosperidad y
de posibles mejoras el personal, por lo general, suele aguantar carros y
carretas. Pero cuando vas cumpliendo años, se te echan encima los
treinta, y luego los cuarenta, y el asunto continúa siendo un desastre;
cuando ni tienes trabajo, ni te puedes plantear tener hijos, ni mucho
menos meterte en un piso… concluyes entonces que cada vez tienes menos
que perder si decides ponerte el mundo por montera, luchar porque las
cosas mejoren y batirte el cobre donde haga falta: justo lo contrario de
lo que suele interesarle al poder.
Así las cosas, ¿cómo es
posible entonces que estén dotando de tanta autoridad moral a tanta
gente y proveyéndonos a todos de argumentos para que el día menos
pensado acabe montándose el gran pollo? ¿Cómo es posible que estén
poniendo tan en bandeja la contestación ciudadana?
Indigna constatar,
como concluye Thomas Piketty en su libro “El capital en el siglo XXI”,
que el 1 por ciento de la población se está apoderando de la parte del
león de la riqueza y a cambio solo aporta angustia e inseguridad al 99
por ciento restante. Una desigualdad que, para el pensador francés, “de
no combatirse enérgicamente, puede llevar a la autodestrucción del
sistema que incluye la propia democracia”. (...)
No es bueno tener cabreada a la gente de entre 25 y 45 años, jóvenes y
menos jóvenes que, para más inri, empiezan a tener sus padres también
en paro y con la edad de la jubilación aún lejos. Y quienes han
conseguido llegar al estatus de pensionista, mosqueados vivos cuando
escuchan que el gobierno lleva tiempo metiendo mano al fondo de reserva
para pagarles a fin de mes.
Cada vez menos cosas que perder, cada
vez más argumentos para salir a la calle y darle a esto un vuelco
espectacular cuando llegue la hora de votar. Con este panorama, resulta
difícil entender la estrategia del gobierno. ¿Realmente quieren hacerse
el harakiri o la soberbia y el pedestal desde el que analizan y
proclaman su particular mundo feliz les impide intuir el hostión que
pueden llegar a pegarse?" (La desigualdad es violencia, de Juan Tortosa en Público, en Caffe Reggio, 21/2014)
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