Carmen Avellano necesita someterse a diálisis a diario. / Gabriel Tizón
"Cuando Carmen Avellano llegó a España hace cinco años no sabía que
iba a acabar atada a una máquina de diálisis. Esta chilena aterrizó en A
Coruña con un visado de turista para visitar a su hija y a su nieta.
Luego llegaron los problemas en el matrimonio de su primogénita, y pensó
entonces que no podía volverse a casa dejandolas solas a ella y a su
niña. Más tarde se agravaron sus problemas de salud iniciados con una
diabetes que ya se trataba.
Le diagnosticaron una insuficiencia renal
grave. “Solo me funcionaba el 22% de los riñones”, explica. Así comenzó
un tratamiento que derivó en un trasplante de riñón fallido. Ahora
precisa diálisis cada noche.
Se la hace ella misma. Mientras duerme. En casa, con una máquina del
Servicio Gallego de Salud. Desde septiembre, sin embargo, se quedará sin
esta prestación. Avellano está en España en situación irregular y, como
otros 153.000 ciudadanos, podrá acceder solo a la atención médica de
urgencia, según la reforma sanitaria del Gobierno.
“No sé qué va a pasar conmigo ni con la gente que está en mi
situación. La máquina es mi vida, si no tengo diálisis se me irá
envenenando la sangre hasta morir. Y no puedo pagarlo”, lamenta
asustada.
Avellano cuenta que nunca pudo regularizar su situación. Buscó
trabajo y no lo encontró y cuando quiso regresar a su país, donde
trabajaba cuidando ancianos, ya no pudo hacerlo. “La enfermedad, que me
limitaba tanto... No podía trabajar y menos viajar”, explica. Antes del
trasplante necesitaba diálisis cada cuatro horas.
Tampoco ve factible volver a Chile ahora. “No hay ayudas para el
retorno. No tenemos cómo para pagar el viaje”, dice. Su hija trabaja
“haciendo unas horas” en una casa. Con eso a duras penas les da para
vivir. “Estoy aterrada, esto es una losa tan grande como la enfermedad”,
afirma." (
María R. Sahuquillo
, El País, Madrid
1 MAY 2012)
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