23.9.14

La economía española está consolidando su propio círculo de empobrecimiento: no hay financiación, continúa la destrucción de empresas, y del empleo...

"(...) ¿Cómo se pagan las deudas? Con los recursos generados en la economía nacional que, en vez de aplicarse sobre la misma, se aplican al pago de la deuda. Y aquí empezó el desastre. Se optó por la política más arriesgada: mejorar la competitividad exterior de la economía española. 

 No es que este objetivo no sea deseable, es que es el más incierto, en tanto que depende del comportamiento de actores ajenos a la propia economía española: la evolución de nuestros socios comerciales, particularmente de la Unión Europea, del tipo de cambio para los externos a la Unión, del precio de las importaciones de difícil sustitución (como la energía y otras materias primas, pero también de muchos bienes de capital y de consumo de lujo) e, incluso, de la incertidumbre política internacional. Además, la decisión se tomó en plena tormenta de la crisis internacional.

La mejora de la competitividad es resultado de múltiples factores: los costes de producción, la organización empresarial, los costes de localización (geográficos y administrativos), la mejora del acceso a nuevas infraestructuras, el espíritu emprendedor, la paz social en los centros de trabajo o el grado de preferencia de los consumidores nacionales por la producción nacional, entre muchos. Todos ellos pueden ser considerados factores estructurales.

Pues bien, entre todos ellos, se primó la mejora de los costes de producción, pero no de cualesquiera, sino que se eligió el coste del trabajo, mediante una serie de reformas laborales. La disminución del coste del trabajo debiera facilitar la reducción de los costes de producción y distribución, mejorar la competitividad de los productos y, así, favorecer el espíritu emprendedor hacia nuevas inversiones (por ser más atractiva la rentabilidad de los negocios y por el desánimo ante el trabajo por cuenta ajena). 

Claro que, como en toda crisis, este hecho ha sido una oportunidad bien aprovechada por otros, como, por ejemplo, por el sector energético nacional que no ha dudado en subir los precios desde su posición oligopólica (¿por qué será tan difícil construir el mercado energético europeo?).

Pero, ¿y el sector financiero?, ¿y el sector de la construcción? Pues han quedado libres de las reformas estructurales. El sector financiero ha visto reducir el número de bancos –con coste para el contribuyente, por cierto- sin que se haya impulsado la competencia en su mercado. Al contrario, seguimos sin crédito y con limitaciones oficiales en la competencia por el pasivo. La opción de un a banca pública activa se ha descartado, ni se ha discutido.  (...)

Al mismo tiempo, se han destruido empresas y empleo, se han reducido los salarios y se está contrayendo el gasto público. Los componentes nacionales de la demanda efectiva se han debilitado hasta el punto de que su reanimación solo se hace desde los sectores sociales de rentas altas y medias altas, con un impacto negativo en el crecimiento de las compras al exterior, como ponen de relieve las nuevas importaciones de vehículos de alta gama favorecidas con los sucesivos PIVES.

En definitiva, la economía española está consolidando su propio círculo de empobrecimiento: no hay financiación, continúa la destrucción de empresas, no se amplía la capacidad de empleo, no se impulsa la demanda hacia la producción nacional, las exportaciones se estabilizan, no se invierte y no se generan rentas salariales mientras que la desigualdad se acentúa, el riesgo de pobreza y la pobreza misma se extiende y se fortalecen posiciones oligopólicas en el mercado nacional. (...)"            (La economía española en su círculo vicioso, de J. Manuel García de la Cruz en Zona Crítica de eldiario.es, en Caffe Reggio, 20/09/2014)

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