22.9.14

La élite confiaba en que, mejorada artificialmente, vía deuda pública, la tasa de ganancia empresarial, se atraerían nuevas inversiones. No están, pero se espera la deflación

"(...) El origen de la actual crisis sistémica viene de lejos, las malas hierbas empiezan a extenderse a través de un proceso de cambio en el equilibrio del poder político y económico hacia los intereses de la élite

 Para incrementar la tasa de ganancia del capital se favoreció un deterioro de gran parte de la industria manufacturera, o bien se promocionó su traslado a países con mano de obra más barata; el movimiento sindical fue atacado y casi diezmado; los salarios se han deprimido a conciencia y han caído en términos reales a lo largo de más de tres décadas.

Para compensar el vaciamiento de la economía, los bajos salarios y el aumento del subempleo, el crédito se convirtió en la solución a corto plazo para estimular la demanda. Mientras duró la juerga, los beneficios empresariales se multiplicaron, a la vez que se deprimían los salarios.

 Los consejos de gobierno de las principales empresas globales, en un auténtico latrocinio, se forraban y despellejaban a los accionistas en un ejemplo típico de problema de agencia. Y de aquellos barros estos lodos: una vez que el colateral que alimentaba esa deuda estalla, entramos en una brutal crisis de deuda impagable y un sistema bancario quebrado.

La segunda huida hacia adelante

Pero en vez de solucionar los problemas, estas élites, que al principio de la crisis estaban acorraladas, han sido capaces de revolverse panza arriba, convencer a una clase política -infame, cobarde, mediocre- y hacernos creer que la culpa era nuestra, que el Estado del Bienestar era insostenible. 

Eso sí, era necesario subsidiar y rescatar mediante una brutal expansión de deuda pública a aquellos que nos hundieron miserablemente. En España desde el origen de la crisis la deuda soberana destinada a financiar a terceros supera los 350.000 millones de euros. (...)

Sólo se protege a una élite quebrada y a su riqueza. Pero al menos se esperaba por parte de las autoridades económicas que el riego de la inversión acabaría produciéndose. Confiaban en que, una vez esa segunda huida hacia adelante ha mejorado artificialmente, vía deuda pública, la tasa de ganancia empresarial, se atraerían nuevas inversiones. Sin embargo, ni están ni se las espera.

La triple recesión

Después de llenar de deuda privada al sistema, tras la generación de múltiples burbujas, después de socializar las pérdidas privadas vía deuda pública, resulta que no hay inversión productiva. Y esto es muy grave. La Inestabilidad Financiera de Hyman Minsky, y con ello la triple recesión, se va a reactivar de nuevo.

 Los motores de los beneficios empresariales, siguiendo a Michal Kalecki, son los gastos de inversión, que expanden los beneficios sobre los rendimientos previos, activando un mayor apetito por el riesgo, y más inversión. Si no hay inversión nueva se contrae el retorno del stock de capital ya existente. 

En este sentido, los inversores, los departamentos de las distintas multinacionales, continúan demandando retornos sobre el capital exagerados, por lo tanto no invierten, y los beneficios, tras el fin de las dos huidas hacia adelante, se hunden inexorablemente. Ello producirá pérdidas de capital, activando de nuevo otra contracción en la inversión. 

De esta manera están empobreciendo a conciencia a las clases trabajadoras, haciendo desaparecer las clases medias, la fuente de crecimiento y prosperidad de las economías capitalistas. Allá ellos, pero que luego se atengan a las consecuencias. Sólo una pregunta final, ¿cuándo los académicos defensores de las reformas estructurales pedirán perdón?"                      (Juan Laborda, Vox Populi, 13/09/2014)

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