"Los suecos han votado masivamente el domingo pasado (83,4%, 1,2 puntos
más que hace cuatro años). Una mayoría, aunque relativa, ha dicho
“basta” a la experiencia conservadora y privatizadora de los servicios
públicos que por primera vez ha durado ocho años.
En este tiempo el
primer ministro Fredrik Reinfeldt ha capeado bien la crisis: la economía
sueca ha crecido un 12,6% desde 2006, ha dominado la deuda (40% del
PIB) y el déficit (1,1%, si bien el más elevado de Suecia desde 2002), y
ha bajado los impuestos (la presión fiscal ha pasado del 48% al 44% del
PIB). A pesar de ello, Reinfeldt ha perdido.
Ha pesado una tasa de
desempleo de 8% (muy elevada para los estándares nórdicos, y de 21%
entre los jóvenes), una creciente desigualdad y una amplia oposición a
la gestión privada que introdujeron los conservadores en escuelas
públicas además de las concertadas, sanidad y residencias de ancianos.
Esta mayoría relativa de los suecos quiere recuperar el buen
funcionamiento del Estado del bienestar, aunque sea a costa de pagar más
impuestos pues también rechazan endeudarse más. (...)
Pese a las distancias y a las diferencias de modelo, lo más
interesante de la experiencia sueca para una sociedad como la española
es cómo la privatización de una parte del funcionamiento del Estado del
bienestar, acompañada de cinco recortes en los impuestos, ha llevado a
activar un frente de rechazo partidario de volver a una senda más
tradicional.
Y ello no tanto por principios ideológicos sino por la
manera en que ha funcionado la experiencia de Reinfeldt, que muchos
otros europeos miraban con lupa. Varios escándalos –excesos, abusos- han
alimentado el debate. En materia de educación, y siguiendo en la estela
de los últimos 20 años, Reinfeldt introdujo el sistema de vales para
escuelas concertadas y la gestión privada de algunos centros públicos.
Hoy uno de cada diez niños suecos acude a un colegio “libre”, la mitad
de ellos regidos por capital privado. Y en estos años Suecia ha
experimentando una de las mayores caídas de los países de la OCDE en las
encuestas de PISA, que miden la calidad de la enseñanza, mientras que
otros vecinos nórdicos, como Finlandia, se mantienen a la cabeza. No era
el objetivo buscado, sino el contrario.
Lo que proponen los
socialdemócratas son reglas mucho más estricticas sobre cómo las
empresas privadas pueden actuar en los servicios públicos, limitando los
beneficios, o la manera en que los consiguen. Así, si Löfven logra
formar gobierno, introducirá medidas, por ejemplo, para prohibir que
estas empresas puedan obtener mayores beneficios por medio de la
reducción del profesorado en las escuelas de gestión privada.
No
hay marcha atrás inmediata, sino correcciones de rumbo. Y esta es una
lección que puede valer también para España tras algunos de los cambios
introducidos por la gestión del PP que no resultarán fáciles de invertir
si los populares dejan de gobernar. El reto para Löfven es, desde estas
bases que ha trastocado la experiencia conservadora, reinventar -hacia
adelante más que hacia atrás- el modelo nórdico del Estado del bienestar
que en el pasado tanto ha inspirado a otros.
Como decimos, una mayoría
de los suecos está dispuesta ahora a pagar más impuestos a cambio de
mejores servicios públicos para todos, no sólo para los más
desfavorecidos. Incluso a cambio de una mayor defensa (Reinfeldt ha
recortado los gastos en un 10% y puesto fin al servicio militar
obligatorio, lo que tampoco ha resultado muy popular). Este puede ser,
en Suecia, país rico, y en otros lugares, un grito de alerta de unas
clases medias europeas venidas a menos." (Lecciones suecas, de Andrés Ortega en Zona Crítica de eldiario.es, en Caffe Reggio, 19/09/2014)
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