"(...) P: El cambio más significativo probablemente sea el abandono del eje
derecha/ izquierda y su sustitución por otro extraído del populismo, que
enfrenta al hombre común (el 99%) con las élites, y que une elementos
patrióticos con otros democráticos. (...)
Sin embargo, hablar de populismo irrita, porque se lleva 35 años
haciendo populismo desde el poder. El 1% no ha dejado de hacer
populismo, con olimpiadas y bodas reales y violando todos los
compromisos electorales, pero cuando hay un populismo que se ocupa del
99% y que está mucho más cerca de la realidad que el de las élites,
parece que es una cosa muy grave.
Y eso lo denuncia precisamente un
partido que se llama Popular, y que lleva mucho años alternándose en el
poder con el socialista. Que uno se llame popular y el otro socialista
es buena prueba del populismo de las élites.
P: ¿Cree que el resto de la izquierda va a acompañar a Podemos en esta reconfiguración de los ejes discursivos?
R:
Espero que sí porque de otra manera el peligro de que ese sentido común
se desplace hacia la derecha es grande. Si Podemos merece
reconocimiento y hasta agradecimiento es porque ha sabido comprender que
estamos en un contexto de crisis en el que Europa en general se
desplaza hacia el dextropopulismo y ha actuado como vacuna, al igual que
ocurrió con el 15 M.
Pero la única forma de que sea una verdadera
vacuna es que sepa desplazar ese sentido común poco a poco hacia la
izquierda, y para eso necesita a esa izquierda tradicional que parece
refractaria a abandonar significantes y prefiere lamerse sus heridas y
hacer catedrales de sus derrotas. Puede ser un lastre para una
oportunidad histórica que no se repetirá en cincuenta años. (...)
El otro día una chica que había estado en una asamblea de Podemos, vino a
casa para meter un papelito por la ventana. Era un persona joven, con
no mucha formación, y me decía que si Podemos ser otra cosa no puede
enarbolar banderas antiguas ni cantar viejas canciones.
Tenéis que
entender, me decía, que hemos crecido en un mundo distinto del vuestro,
compuesto por series de TV, anuncios, y publicidad, y que no tenemos
formación política, pero lo que sí sabemos es lo que es la justicia.
Y
quizá no baste con saber qué es la justicia, pero se nos ha olvidado que
esas nuevas generaciones que parecían formateadas por las mercancías
baratas y los medios de comunicación entontecedores mantienen dentro de
sí eso que se puede llamar aido y diké. (...)
P: Insistes en el libro en esa triple fórmula, la de un programa
revolucionario en lo económico, reformista en lo institucional y
conservador en lo antropológico.
R: El capitalismo es
revolucionario pero no reformista, y la izquierda tiene que ser
reformista. Pero como el capitalismo es una rebelión continua contra los
límites, la revolución tiene que ser una revolución contra la
revolución, y su objetivo debe ser el de establecer límites, fijando un
orden social en el que se pueda intervenir para reformarlo.
Y eso
implica también ser conservadores, porque hemos incurrido en el error de
pensar no ya que las clases medias, sino que incluso las clases más
pobres eran espontáneamente revolucionarias. Y creo que es todo lo
contrario, que ambas son muy conservadoras y que las revoluciones
históricamente las han hecho cuando no tenían nada que conservar y para
recuperar algo que querían conservar. (...)
P: En este sentido, es peculiar que casi todos los populismos hayan venido ligados al patriotismo.
R:
La diferencia de España respecto de otros países europeos es que somos
un país sin construir. A la muerte de Franco se trató de cohesionar
España en torno al acceso a mercancías baratas, al hedonismo de masas, a
la incorporación a esa Europa del bienestar que reparte dinero, y que
si bien nos obliga a arrancar olivos y a matar vacas, también nos da
posibilidad de hacer pelotazos y ladrillazos que implican a buena parte
de la población en una red clientelar y semimafiosa cuyas profundidades
estamos hoy comenzando a conocer del todo. (...)
La izquierda debe saber aprovechar el espacio que está dejando la marca
España a un discurso de reconstrucción de una nación que nunca ha estado
construida. (...)
P: ¿Vamos a ver una unión electoral de la izquierda?
R:
Mi respuesta es enteramente personal. Creo que no sería bueno en estos
momentos y no digo ni para la izquierda ni para Podemos sino para el
conjunto de las personas que quieren cambiar en este país y que tienen
como referente a Podemos. Para ellos, una convergencia de la izquierda y
más si es preelectoral sería una catástrofe, y no sumaría nada. (...)
Pero ese es el sujeto revolucionario, clases medias acobardadas que
se han quedado fuera, trabajadores precarios, que viven de milagro (hay
que recordar que precario viene del latín precarius, que quiere decir "ruego, el que vive de ruegos y de súplicas").
Viven
en un mundo que no entienden y que les desborda por todos los lados. Es
ahí donde tenemos que intervenir para que sean esas propias clases
medias amenazadas de muerte las que elaboren sus propios discursos y
mecanismos de defensa.
Pero lo que es muy claro es que ese es el sujeto
revolucionario, porque frente al tsunami del mercado y junto al
hedonismo de masas, conservan todos esos valores que identificamos con
el hombre común, el aido, la conciencia de la fragilidad que
aumenta con la crisis, y el sentido de la justicia.
Todos sabemos lo que
es la justicia, me decía esa chica y puede parecer esencialismo
ingenuo, y muchos compañeros filósofos me dirían que es un disparate,
pero en términos sociales y políticos se puede partir del presupuesto
antropológico de que hay algo común entre todos los seres humanos, como
es que todos sabemos lo que es la justicia. Ese sentido de la justicia
donde se conserva todavía es en esas clases medias amenazadas por el
tsunami del mercado." (Entrevista al filósofo y ensayista Santiago Alba, Esteban Hernández, El Confidencial, en Rebelión, 15/09/2014)
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