"(...) Entonces como ahora, más allá de los datos coyunturales, subyace en
los mercados la preocupación por el futuro económico europeo. Hoy ya no
se trata de los temores a un resquebrajamiento de la Unión Monetaria; lo
que está en juego en estos momentos es su igualmente peligrosa japonización.
Un escenario de caídas del PIB (seguidas de nulo crecimiento),
deflación e ingente deuda pública es factible en una zona del euro en la
que Alemania recorta radicalmente sus previsiones de crecimiento hasta
niveles (1,2% en 2014) que, sin embargo, son envidiables para las
estancadas Francia e Italia. Su esclerosis ya tiene repercusiones en la
periferia europea: las exportaciones españolas cayeron en agosto pasado a
un ritmo no visto desde 2009.
La situación vuelve a ser crítica en Europa, por tanto, y los
mercados reaccionan del mismo modo en que lo hicieron en 2012: señalando
al BCE. Lo hacen con base; no en vano, aquel "lo que sea necesario para
salvar al euro" que Mario Draghi pronunció zanjó los ataques contra el
euro. Ahora, no obstante, ante un escenario tan complicado como el que
plantea la que sería la tercera recesión desde 2008, las palabras se
hallan lejos de ser suficientes.
Draghi aún se guarda un arma de tanto alcance como sería una acción de compra masiva de deuda pública, un quantitative easing (QE) al estilo de la Reserva Federal.
La comparación con la Fed no es gratuita: EEUU también apuró, en 2010,
hasta el borde de la recaída en una recesión, que finalmente se esquivó
gracias al programa masivo de compras de activos de Ben Bernanke. (...)" (El Economista, 16/10/2014)
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