"Entre
las intervenciones mejor acogidas el pasado fin de semana durante la
asamblea fundacional de Podemos en Vistalegre estuvo la de Santiago Alba
Rico. (...) uno de los más brillantes representantes de la
inteligencia crítica española. (...)
Es
difícil no sentirse emocionado contemplando Vistalegre desde esta
posición, pero también es difícil no sentirse un poco fuera de lugar. La
única manera de justificar mi presencia en esta tribuna es contar la
verdad. El equipo organizador de este acto, cuyo esfuerzo titánico
merece más de un aplauso, me ha urgido en el último momento con el único
argumento que me podía convencer. Me han dicho: “Hay que llenar un
hueco”. (...)
Podemos
-todos nosotros- hemos venido a llenar un hueco mucho más grande que
este recinto.
En realidad son varios huecos. ¿Qué huecos son esos? En primer lugar
el hueco que fuerzas extrañas y hostiles nos vienen robando desde hace
décadas. Hace muchos siglos Ciro el Grande, tirano de Persia, mientras
pensaba en conquistar Grecia, despreciaba a los atenienses, un pueblo
-decía- en el centro de cuyas ciudades hay un hueco.
Ese hueco los
griegos lo llamaban ágora, la plaza pública, el lugar vacío en el que
los ciudadanos libres se intercambiaban bienes, palabras y argumentos y
donde, sobre todo, se decidía en común el destino de la ciudad. Este
lugar estaba, en efecto, vacío o hueco, como recuerda siempre el
filósofo Carlos Fernández Liria, en el sentido de que allí no se dejaban
entrar ejércitos ni dinero ni conveniencias tribales sino tan solo
razones, discursos y principios.
Ese lugar era un hueco porque estaba
libre de violencia, libre de las dictaduras de los mercados, libre de
intereses privados ajenos a la libertad y el bienestar de todos.
Pues bien, ese hueco que los soldados persas querían ocupar y cerrar
es hoy -podríamos decir- el Parlamento, las instituciones democráticas,
la democracia misma en todas sus expresiones y toda su extensión. ¿De
qué está lleno el Parlamento hoy? ¿Quién ocupa hoy ese hueco en España?
No, desde luego, los ciudadanos con su ropa tendida al aire libre, sus
pequeños dolores y sus grandes ambiciones de normalidad, no la palabra
libre de las mujeres y hombres desarmados que buscan al mismo tiempo un
refugio contra la lluvia y una cuna para la justicia.
No, ese hueco -el
Parlamento y sus instituciones- lo llenan los persas y sus soldados,
fuerzas enemigas que nos gobiernan además desde el extranjero: el Fondo
Monetario Internacional o el Banco Central Europeo, los mercados
financieros que nadie ha elegido, todas esas fuerzas extrañas y hostiles
que nos dicen en qué tenemos que emplear nuestros ahorros, cuánto
tiempo vamos a vivir, si podemos permitirnos o no llegar a fin de mes,
si podemos seguir viviendo o no en nuestro propio país, si podemos dar o
no estudios a nuestros hijos. (...)
Podemos ha venido para volver a llenar de decisiones libres ese hueco que desde hace tanto tiempo ya están ocupando los persas.
Pero Podemos viene a llenar también los huecos que los persas
abandonan. Me refiero desde luego a los hospitales abandonados, a las
escuelas abandonadas, a las pequeñas empresas abandonadas, a los
servicios públicos abandonados, todas esas fuentes irrenunciables de
dignidad material que siguen funcionando gracias al esfuerzo constante y
renovado, siempre al filo del abismo, de médicos, enfermeras, maestros,
funcionarios, recogedores de basura, conductores de autobús, pequeños
comerciantes, etc. (...)
Pero hay un tercer hueco. Porque Podemos extrae su inspiración, su
impulso y su programa de ese común hueco ético que los persas nunca han
querido ocupar porque siempre lo han despreciado.
Me refiero al hueco
donde se depositan los besos, al hueco donde crecen las parras, al hueco
donde germinan y se acurrucan los grandes pequeños principios: el amor,
la solidaridad, la dignidad, los cuidados, la palabra, la justicia; en
definitiva los huecos que llamamos pechos humanos y también derechos
humanos.
Podemos brota de ese hueco para llenar los huecos que nos han
robado los persas -democracia y soberanía- y los huecos que los persas
han abandonado con todos sus habitantes dentro -los hospitales, las
escuelas, las bibliotecas, los barrios-.
Todos los cuentos comienzan con un “había una vez”. Había una vez un
príncipe, había una vez una niña, había una vez un campesino. Este
“había una vez” es una manera de convertir un hecho ejemplar y pretérito
en algo al mismo tiempo concreto y presente. (...)
Pero atrevámonos y digamos “había una vez mucha gente” y de
pronto la gente se vuelve también concreta, irreemplazable,
insustituible, esa gente, esta gente, esta gente viva y tangible que
emprende una aventura llena de obstáculos. (...)
Cuando decimos “había una vez”
asumimos ya esas dos evidencias que el gran escritor inglés Chesterton
asociaba a los cuentos de hadas: primero, que los ogros existen;
segundo, que podemos vencerlos. Podemos. Ojalá muy pronto -tiene que ser
ahora, el año que viene- recordando este acto de hoy, con un tazón de
leche (o un vaso de cerveza) en las manos, se pueda contar un cuento que
comience así: “Había una vez mucha gente que decidió volver a llenar
todos los huecos”.
¿Podremos? Este acto de ayer y de hoy demuestra que estamos ya pudiendo." (Santiago Alba Rico , Atlántica XXII
, Rebelión, 22/10/2014)
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