"El economista francés, al que entrevistamos recientemente en las Jornadas de Economía Crítica de Valladolid, expone en este artículo traducido para Viento Sur
sus propuestas para una transformación económica en clave socialista y
ecologista, destacando la centralidad que otorga a la política de
rentas, de nuevo reparto de los excedentes productivos hacía los
trabajadores. (...)
Más que desarrollar un programa, esta contribución se limita a proponer
observaciones de método, después de recordar sucintamente las razones
del fracaso de la orientación de François Hollande.
(...) Se puede desarrollar esta lógica
partiendo de la cuestión central que hoy día es el empleo. Desde este
punto de vista, el futuro es sombrío: según la Comisión Europea, la
tasa de paro debería pasar del 10,8% en 2013 al 11% en 2015, y del
12,1% al 11,7% en el conjunto de la zona euro/7. En
estas condiciones cuesta entender cómo prever un retroceso
significativo del paro masivo en los próximos años. Ya va siendo hora de
que la izquierda haga de la vuelta al pleno empleo la prioridad de las
prioridades.
Pero ocurre que las dos únicas pistas
posibles son completamente contrarias a lo que se aplica en estos
tiempos: la reducción del tiempo de trabajo y el Estado como empleador
en última instancia. Esta última pista ha sido recientemente relanzada
por Cédric Durand y Dany Lang/8 retomando las sugerencias de Hyman Minsky/9.
La referencia es importante, porque Minsky ha desarrollado una
rigurosa crítica del postulado, que tanto gusta a Hollande, de que “el
crecimiento económico es deseable y (…) está regulado por la inversión
privada”/10.
Volvía así al verdadero mensaje de
Keynes, para quien “el problema verdaderamente fundamental” era
“proporcionar un empleo a cada cual”/11, y que se
indignaba: “La fuerza de trabajo del conjunto de los parados está
disponible para aumentar la riqueza nacional. Es de locos creer que
iríamos a la ruina financiera si pretendiésemos emplearla y que lo más
razonable sería perpetuar la inactividad”/12.
Sería un cambio fructífero/13 y adaptado a los países más afectados por la crisis. Un reciente estudio prospectivo/14
sobre Grecia compara varias estrategias de salida de la crisis (“plan
Marshall”, moratoria sobre los intereses de la deuda, emisión de nuevos
títulos de deuda) y demuestra que, dada la débil elasticidad/precio del
comercio exterior griego, la mejor estrategia es la del Estado como
empleador en última instancia, que tiene “efectos inmediatos sobre el
nivel de vida, reduciendo el impacto de la deuda exterior”.
Esto supone invertir la lógica capitalista de que hay que ser rentable para poder acceder al ampleo.(...)
El principio del Estado como empleador
en última instancia pone por el contrario las cosas en su sitio: por un
lado, hay millones de personas que buscan un empleo; por otro, hay
necesidades que satisfacer. ¿Por qué la sociedad debería privarse de
esta aportación potencial?
Un cálculo sencillo demuestra que un
millón de empleos públicos pagados al salario medio costaría al Estado
16,4 miles de millones de euros/15, cifra a comparar,
por ejemplo, con los 30 mil millones de euros concedidos a las empresas
sin tener ninguna garantía de creación de empleos.
El segundo gran cambio sería recuperar
la reducción del tiempo de trabajo en el sector privado. La reducción
de la jornada de trabajo, al contrario de lo que afirma el discurso
patronal, se ha mostrado eficaz. Entre 1997 y 2002 se crearon cerca de
dos millones de empleos y la curva del empleo franqueó un escalón
espectacular que no se ha vuelto a descender después/16. (...)
El reparto es por tanto la cuestión
clave relacionada con las dos palancas de creaciones de empleo antes
citadas. La viabilidad de la reducción del tiempo de trabajo supone
actuar sobre la captación de las mejoras de productividad por los
rentistas, y la creación ex nihilo de empleos públicos implica una reforma fiscal y una financiación del déficit público fuera de los mercados financieros.
Pero el criterio decisivo es la
compatibilidad con la perspectiva de una transición ecológica. Debería
estar claro, desde ese punto de vista, que el “socialismo de oferta” no
responde a ese criterio. Dando prioridad a la competitividad y al
equilibrio presupuestario, cierra el camino a la financiación pública
de inversiones útiles y da la prioridad a un proyecto bastante vano de
reconquista de las partes perdidas de mercado.
La prioridad al empleo
antes esbozada es por el contrario compatible con la necesaria
bifurcación hacia otro modelo de desarrollo menos productivista y más
centrado en la satisfacción de las necesidades sociales. Además, no
conduce forzosamente al decrecimiento sino a otro contenido del
crecimiento. (...)" (Michel Husson, L’ Economie politique, nº 63, julio 2014, Traducción: VIENTO SUR, en Economía crític ay crítica de la economía, 12/10/2014)
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