"(...) Este año, Grecia está de hecho creciendo de nuevo, un 1,7
por ciento estimado. Extraordinariamente, se trata de la tasa más rápida
de la eurozona; pero eso dice más sobre el estado del resto del
continente que sobre Grecia. Y sin embargo, casi nadie piensa que es
sostenible, o que Grecia puede crecer lo suficientemente rápido para
recobrar el terreno perdido.
La mayor parte del crecimiento ha venido de
enormes recortes salariales, y toda esa mano de obra barata ha ayudado a
su industria turística a recuperarse. No es exactamente un modelo
sostenible. Ahora mismo, Grecia parece condenada a un estatus de segundo
mundo, con poca esperanza de recuperar un nivel decente de prosperidad.
Como era de esperar, eso está alimentando una reacción
política. Los griegos estaban dispuestos a aceptar la austeridad como un
precio que merecía la pena pagar por permanecer en la moneda única,
como muchas otras economías periféricas. ¿Pero cinco años? ¿Y quizás
diez o 15 años? (...)
El verdadero obstáculo para el crecimiento es la aplastante
carga de la deuda. Las deudas totales del gobierno griego ascienden
ahora al 174 por ciento del PIB, o 318.000 millones de euros.
Han tenido
que subirse los impuestos para cumplir con los objetivos de déficit
impuestos al país, y con una tasa de desempleo del 25 por ciento, y los
salarios y los precios cayendo, la demanda se ha desplomado, como era de
esperar. En teoría, el sector privado podría empezar a crecer
nuevamente.
En la práctica, eso no va a pasar. Aparte del turismo,
¿quién querría invertir en ampliar un negocio en Grecia ahora mismo?
Hay dos vías de actuación. La primera es una
reestructuración masiva de la deuda. Si el resto de la eurozona
cancelara el grueso de las deudas de Grecia, el Gobierno tendría
superávit. Podría empezar a gastar dinero en infraestructuras y a elevar
los salarios. Con una inyección de demanda, la economía podría empezar a
crecer rápidamente.
Es ciertamente más sensato que la agotadora
austeridad, que es todo lo que los partidos mayoritarios pueden
presentar.
La segunda opción es dejar el euro. Un nuevo dracma podría
sufrir una enorme devaluación, reducir la mayor parte de la deuda
mediante la inflación, y dar a la economía una oportunidad para crecer
de nuevo. No es una solución sin costes, pero montones de países han
devaluado para salir de una crisis de deuda, y todos ellos han
sobrevivido.
Si el resto de la UE, así como el FMI y EEUU decidieran
apoyar a Grecia en esa decisión, sería mucho más fácil. El país tendría
garantizada ayuda de emergencia que le facilitara la transición y un
punto de partida para la nueva moneda.
Habría sido mucho mejor que se hubiera adoptado una de estas dos opciones hace cinco años. (...)" (El Economista, 15/12/2014)
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