"Cuál sería la escala tributaria ideal de un impuesto sobre el capital y
cuánto podría reportar tal impuesto? Conviene precisar que aquí lo que
nos interesa es el caso de un impuesto anual sobre el capital aplicado
de forma permanente y cuyas tasas, por tanto, serían relativamente
moderadas. (...)
Habida cuenta del muy alto nivel alcanzado por las riquezas privadas
europeas en estos primeros años del siglo XXI, un impuesto anual
progresivo cobrado a tasas relativamente moderadas sobre los patrimonios
más importantes podría proporcionar ingresos nada despreciables.
Consideremos, por ejemplo, el caso de un impuesto sobre la fortuna que
se cobraría a una tasa de 0% sobre los patrimonios de menos de un millón
de euros, de 1% sobre la fracción de aquellos comprendidos entre uno y
cinco millones de euros y de 2% sobre la fracción de patrimonios
superiores a cinco millones de euros. En el conjunto de los países de la
Unión Europea, tal impuesto se aplicaría más o menos al 2,5% de la
población y reportaría cada año el equivalente a 2% del PIB europeo.
Esta elevada recaudación no debe sorprender: proviene sencillamente de
que los patrimonios privados representan más de cinco años de PIB y que
los percentiles superiores poseen una parte considerable de ese total.
Vemos, pues, que si bien un impuesto sobre el capital no puede financiar
por sí solo el Estado social, el complemento de recursos que puede
aportar no es para nada desdeñable.
En principio, cada país de la Unión Europea podría obtener ingresos de
ese mismo orden con sólo aplicar este sistema; pero, como no hay
transmisión automática de información bancaria entre países ni con los
territorios situados fuera de la Unión (empezando por Suiza), los
riesgos de evasión son muy importantes. (...)
Lo importante es que, sin transmisión automática de información bancaria
entre países europeos que permita a cada país crear declaraciones
prellenadas que muestren el conjunto de los activos poseídos por sus
residentes, sea cual sea el país en que se encuentren esos activos, es
muy difícil que un país por sí solo aplique actualmente un impuesto
progresivo sobre el capital global. Esta situación es aún más
perjudicial porque se trataría de un instrumento particularmente
apropiado a la situación económica del continente. (...)
Supongamos ahora que ya están en uso la transmisión automática de
información bancaria y generalizado el documento borrador previo a la
declaración, lo cual acabará por suceder, ¿cuál sería el esquema
tributario ideal? Como siempre, no hay una fórmula matemática que
permita responder a esta pregunta y que sustituya la deliberación
democrática.
En cuanto a los patrimonios de menos de un millón de euros,
sería coherente integrarlos en el mismo impuesto progresivo sobre el
capital, por ejemplo, con una tasa del orden de 0,1% para aquellos por
debajo de 200.000 euros de patrimonio neto y una tasa de 0,5% sobre la
fracción comprendida entre 200.000 y un millón de euros. Esto vendría a
sustituir al impuesto predial (o property tax), que en la mayor
parte de los países hace las veces de impuesto sobre la riqueza para la
clase media con un patrimonio.
El nuevo sistema sería a la vez más
justo y más eficaz, pues se referiría a la riqueza en general (y no sólo
a inmuebles) y se basaría en la declaración borrador, los valores de
mercado y la deducción de los créditos. En gran medida, esto ya podría
hacerse en el ámbito de cada país.
Por otra parte, cabe señalar que no hay razón para limitarse a una tasa
de 2% sobre los patrimonios superiores a cinco millones de euros. A
partir del momento en que los rendimientos reales observados en el nivel
de las más grandes fortunas europeas y mundiales llegan a 6 o 7% anual,
o lo sobrepasan, no sería nada extravagante que las tasas aplicadas por
arriba de los 100 millones o de los 1.000 millones de euros de
patrimonio fueran claramente superiores a 2%.
La forma más sencilla y
más objetiva de proceder sería que las tasas impositivas evolucionaran
en función del promedio de rendimiento efectivamente observado en cada
clase de patrimonio en el curso de los años anteriores. Esto permite
ajustar el grado de progresividad según la evolución del rendimiento
promedio y el objetivo deseado en términos de concentración de la
riqueza.
Para evitar la divergencia en la distribución de las riquezas,
es decir, un alza en la tendencia de la participación de las fortunas
más grandes en la riqueza total, lo cual, a priori, parece un
objetivo mínimo deseable, probablemente sea necesario aplicar tasas
superiores a 5% sobre los patrimonios más importantes.
Si se adopta un
objetivo más ambicioso, como reducir las desigualdades patrimoniales a
niveles más moderados que los observados hoy (y que la experiencia
histórica demuestra que de ninguna manera son necesarios para el
crecimiento), entonces es posible imaginar tasas de 10% o más para los
multimillonarios. (...)
¿Es realista un impuesto europeo sobre la fortuna de esas
características? No hay limitaciones técnicas que se opongan. Se trata
del instrumento más adecuado para los desafíos económicos de estos
primeros años del siglo XXI, particularmente en el Viejo Continente,
donde los patrimonios privados han alcanzado una prosperidad desconocida
desde la Belle Époque. (...)" (Thomas Piketty, El País,
16 NOV 2014)
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