29.1.15

Europa pagará por su moralina alemana durante los próximos años, quizás décadas

"(...) El manirroto y desprendido Estados Unidos está experimentando una recuperación sólida, una realidad reflejada en el enérgico discurso sobre el Estado de la Unión del presidente Obama. 

Mientras tanto, la virtuosa Europa se hunde cada vez más en las arenas movidizas de la deflación; todo el mundo confía en que las nuevas medidas monetarias anunciadas el jueves rompan la espiral descendente, pero nadie que yo conozca espera realmente que sean suficientes. (...)

Por otra parte, Europa —o, más concretamente, la zona euro, es decir, los 18 países que comparten una moneda común— se ha equivocado prácticamente en todo. En el aspecto fiscal, Europa nunca ha aplicado muchos estímulos, y se ha apresurado a volver a la austeridad —con recortes de gastos y, en menor medida, aumentos de los impuestos— a pesar del elevado desempleo. 

En el aspecto monetario, los funcionarios se han dedicado a combatir la amenaza imaginaria de la inflación, y han tardado años en reconocer que la amenaza real era la deflación. (...)

En cierta medida, el giro hacia la austeridad reflejaba la debilidad institucional: en Estados Unidos, programas federales como la Seguridad Social, Medicare y los vales de alimentos contribuyeron a dar apoyo a estados como Florida, donde el desplome del mercado inmobiliario fue especialmente grave, mientas que países europeos que atravesaban apuros similares, como España, quedaban a su suerte. 

Pero la austeridad europea también reflejaba la obstinación en hacer un diagnóstico erróneo de la situación. En Europa, como en Estados Unidos, los excesos que desembocaron en la crisis afectaban abrumadoramente más a la deuda privada que a la pública, con Grecia como principal anomalía. 

Pero los altos cargos de Berlín y Bruselas decidieron hacer caso omiso de la evidencia y se decantaron por una narrativa que atribuía toda la culpa a los déficits presupuestarios, y, al mismo tiempo, negaron las pruebas e insinuaron —con razón— que intentar atajar los déficits en una economía deprimida agravaría la depresión.

Mientras tanto, en 2011 los gobernadores de los bancos centrales europeos decidieron preocuparse por la inflación y subir los tipos de interés, incluso cuando era obvio que era una estupidez hacerlo. Es cierto que ha habido un repunte de la inflación general, pero las medidas de la inflación subyacente eran demasiado bajas, y no demasiado altas. (...)

La política monetaria mejoró mucho después de que Mario Draghi se convirtiese en presidente del Banco Central Europeo a finales de 2011.(...)

 Es más, tiene que actuar con una mano atada a la espalda, porque Alemania sigue oponiéndose terminantemente a cualquier cosa que pueda hacer la vida más fácil a los países endeudados.

Lo terrible es que la economía europea se ha hundido en nombre de la responsabilidad. Es cierto que ha habido épocas en las que ser fuerte significaba reducir los déficits y resistir la tentación de emitir moneda. Sin embargo, en una economía deprimida, la fijación con el equilibrio presupuestario y la obsesión por la moneda fuerte son profundamente irresponsables. 

No solo son perjudiciales para la economía a corto plazo, sino que pueden —y en Europa así lo han hecho- infligir daños a largo plazo, menoscabando el potencial de la economía y llevándola a una trampa deflacionaria de la que es muy difícil escapar.

Tampoco fue un error inocente. Lo que me sorprende de los arcontes europeos de la austeridad, de sus decanos de la deflación, es su autocomplacencia. Se sentían cómodos, tanto emocional como políticamente, exigiendo sacrificios (a otros) en un momento en el que el mundo necesitaba más gasto. Todos ellos han sido demasiado propensos a pasar por alto la evidencia de que se estaban equivocando. Y Europa seguirá pagando el precio de su autocomplacencia durante los próximos años, o quizá décadas." ( , El País25 ENE 2015)

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