"Desde que estalló la crisis económica de Europa hace más de cuatro
años, los políticos y los analistas han reclamado una gran solución,
invocando muchas veces el ejemplo del Plan Marshall de postguerra de
Estados Unidos que, desde su inicio en 1948, ayudó a reconstruir las
economías destruidas y oprimidas por la deuda de Europa Occidental. Pero
el momento político nunca llegó a madurar. Eso podría estar a punto de
cambiar.
La situación de Europa hoy tiene algunas similitudes con los años
1940. Agobiados por deudas públicas que son consecuencia de errores
pasados, los gobiernos de la eurozona saben lo que tienen que hacer pero
no cómo hacerlo. No confían demasiado unos en los otros como para
colaborar.
Mientras tanto, la demanda en la mayor parte de la Unión
Europea es débil, lo que le cierra las puertas al crecimiento económico
necesario para pagar las deudas y ofrecer esperanza a los 25 millones de
desocupados.
Una sospecha corta de miras ha sido el principal obstáculo para una
gran solución. Los contribuyentes de ningún país han querido sentir que
están pagando por los excesos de otros: la moneda única no impuso una
responsabilidad compartida.
De manera que los países acreedores,
liderados por Alemania, han intentado hacer lo mínimo necesario para
mantener al euro vivo, mientras que los deudores han refunfuñado con
impotencia sobre la insistencia de Alemania en una austeridad fiscal. (...)
Lo que hoy está refrenando a estas y otras economías europeas es la demanda débil en la eurozona en general.
Esa es la razón por la cual hace falta una versión moderna del Plan
Marshall. Desde un punto de vista político, sería inteligente si la
canciller alemana Angela Merkel tomara la iniciativa y propusiera una
gran solución, en lugar de verse obligada a aceptar concesiones
fragmentadas y reacias por parte de gobiernos nuevos en Grecia, España u
otras partes.
Sería aún más inteligente compartir esa iniciativa con los líderes de
las otras grandes economías de Europa: el presidente francés, François
Hollande, quien luego de los atentados terroristas a comienzos de este
mes, quizá sea especialmente receptivo de los esfuerzos por promover la
unidad y le crecimiento económico, y el primer ministro británico, David
Cameron, que acogería con agrado toda señal de una reforma europea.
Un Plan Marshall moderno debería tener tres componentes principales.
Primero, la deuda soberana en la eurozona se reestructuraría para
aliviar el dolor sufrido por Grecia y España. Segundo, un programa de
inversión pública financiado colectivamente se centraría en la energía y
otra infraestructura. Tercero, se establecería un cronograma para la
conclusión de las reformas de liberalización del mercado único
-particularmente para las industrias de servicios y la economía digital.
En Alemania, la reestructuración de la deuda sería el componente más
polémico. Pero se les debería recordar a los alemanes que, junto con los
fondos del Plan Marshall para Europa occidental, el otro gran impulso
para la recuperación económica de posguerra de Alemania provino de la
reestructuración de la deuda. El Acuerdo de Londres de 1953 canceló el
50% de la deuda pública de Alemania y reestructuró la otra mitad para
darle al país mucho más tiempo para pagar.
Si bien una cancelación de las deudas de la eurozona sería
políticamente difícil, se podría refinanciar un porcentaje importante
con eurobonos de vencimiento a más largo plazo, algo que todos los
países de la eurozona suscribirían. Lo crucial es que un remedio de
estas características se extienda a todos los miembros de la eurozona y
no a un solo país elegido (Grecia).
Al incluir los otros componentes de la inversión pública y de la
conclusión de un mercado único, el Plan Merkel (o, mejor dicho, el Plan
Merkel-Hollande-Cameron) podría reiniciar el crecimiento económico
abriendo a la vez a los países a un mayor comercio y una mayor
competencia. Esto aborda una de las principales quejas británicas sobre
la UE: que hasta el momento no logró concluir el mercado único, un
proyecto en parte iniciado por Margaret Thatcher en los años 1980.
Por supuesto, un Plan Marshall moderno enfrentaría un muro de
escepticismo y obstrucción por parte de grupos de interés nacionales.
Pero, al mantenerse unidas, las autoridades europeas podrían ganar esa
batalla. Y si no se lo intenta, los europeos del mañana tal vez nunca
perdonen a sus líderes de hoy." (Project Syndicate | Bill Emmott, en Tribuna Libre, 21/01/2015)
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