"Austeridad y miedo van de la mano, son inseparables. Las continuas llamadas a la austeridad
por parte de quienes la reclaman van más allá de un mero deseo
impulsado por el mercado para castigar a los pobres, a las clases
trabajadoras o a la clase media.
Mediante las prerrogativas de clase, utilizando la austeridad, se opta por una forma de hacer política dirigida a desmantelar esferas e instituciones que nutren los valores democráticos y las relaciones sociales, incluida la educación pública y superior.
En realidad no se trataba solo de imponer la austeridad.
Conscientemente ansiaban desmantelar el “estado de bienestar”, eliminar
prestaciones sociales y promulgar leyes de pobres, suprimir un buen
sistema laboral e imponer uno de cuasi-esclavitud. (...)
Las políticas de austeridad encarnan una ideología
que produce tanto zonas de abandono como formas de muerte civil y
social, a la vez que se infunde a la sociedad una cultura de crecientes
dificultades.
También deja claro que las armas utilizadas para garantizar las prerrogativas de clase no se encuentran sólo en los modos opresivos utilizados por el Estado, sino también en las políticas que causan miseria y sufrimiento en gran parte de la población. (...)
Desigualdad y autoritarismo van de la mano. Este
régimen de creciente desigualdad, que impone enormes limitaciones en las
opciones de lo que la gente puede hacer, es la condición previa para un
Estado autoritario donde emergen y proliferan las
ideologías extremistas, una creciente militarización y una
criminalización de todos los aspectos de la vida cotidiana y el
comportamiento social. (...)
El actual Totalitarismo Invertido “a la Sheldon Wolin” en que se ha convertido el capitalismo dominante, se ha apropiado de nuestra libertad. Para ello nos infunde constantemente temor, miedo, y avanza a través de la destrucción creativa.
Se están destruyendo los medios de vida y la dignidad en sus
innumerables formas.
La destrucción creativa armada con el poder
mortífero de las medidas de austeridad despiadadas beneficia a la elite
financiera y, al mismo tiempo destruye el estado social, mientras fija
paralelamente las bases del estado represor. Austeridad y miedo van de la mano; desigualdad y autoritarismo van de la mano.
Tras la ruptura del consenso keynesiano, gobiernos occidentales y sociedades autoritarias comparten un factor importante, se preocupan cada día más por la consolidación del poder en manos de la élite política, empresarial y financiera. Y lo hacen a costa de la inversión en el futuro de nuestros jóvenes y de la ampliación de los beneficios del contrato social. (...)
Las historias que ahora dominan el paisaje de Europa y América del Norte no tienen nada que ver con ningún proceso reformista.
No ha habido ninguna reforma económica en los últimos años tendente a
mejorar las condiciones de vida de la ciudadanía, destinada a promover
un progreso técnico. Todo lo contrario, los fundamentalistas del mercado, ampliamente infiltrados en las esferas gubernamentales, acabaron imponiendo su dogma. (...)
Sabemos que el ingrediente más importante para una recuperación
económica sostenida es la reforma de los abusos que permitieron una
burbuja espectacular, una mala asignación del capital productivo y los
efectos negativos de los monopolios y los fraudes financieros en la
economía real.
Una auténtica política reformista exige hacer frente a los monopolios empresariales y financieros.
Frente a ello nuestros gobiernos nos sorprenden cada día con nuevos
recortes sociales, con nuevas leyes más represivas, con menos libertad" (Juan Laborda, Vox Populi, 14/01/2015)
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