"(...) El primer ministro nos preguntó: “¿es el chantaje real o un farol?”,
planteando el dilema horrible que todos teníamos en nuestras conciencias
– la suya también. Claramente, el chantaje era real. Esa “realidad” me
golpeó por primera vez cuando el 30 de enero J.Dissjenbloem me visitó en
mi oficina para presentar el dilema “memorándum o bancos cerrados”.
Sabíamos desde el principio hasta qué punto serían despiadados los
prestamistas. Y sin embargo, decidimos hacer lo que nos seguíamos
repitiendo unos a otros durante las largas noches y días en la sede del
gobierno: “Vamos a hacer todo lo posible para conseguir un acuerdo
viable financieramente.
Llegaremos a acuerdos, pero no nos dejaremos
chantajear. Solo cederemos lo imprescindible para asegurar un acuerdo
dentro de la Eurozona. Sin embargo, si somos derrotados por las
políticas catastróficas del memorándum, dimitiremos y cederemos el poder
a aquellos que creen en tales medidas; que sean ellos los que las
apliquen: nosotros volveremos a las calles”.
El primer ministro preguntó el miércoles “¿Hay alguna alternativa?”
Creí que sí, que la había. Pero no voy a detenerme en eso ahora. No es
el momento apropiado. Lo importante es que la noche del referéndum, el
Primer Ministro llegó a la conclusión que no había alternativa.
Y por eso dimití, para facilitar su viaje a Bruselas y que pudiese
volver con las mejores condiciones que pudiese conseguir. Pero eso no
quiere decir que estuviésemos comprometidos automáticamente con la
aplicación de esas medidas, ¡sin importar cuales fueran!
El presidente del Gobierno, en la reunión parlamentaria del
miércoles, nos pidió decidir juntos, compartir la responsabilidad. Vale.
Pero ¿cómo? Una forma sería actuar, todos juntos, como habíamos dicho
una y otra vez que haríamos en caso de derrota.
Declararíamos que
habíamos sido derrotados, anunciaríamos que en teníamos nuestras manos
un acuerdo que consideramos inviable y pediríamos a todos aquellos
políticos que creyesen el acuerdo era aún potencialmente viable,
independientemente de a qué partido perteneciesen, que formasen un
gobierno y lo aplicasen.
La otra opción sería hacer lo que el primer ministro sugirió:
proteger al primer gobierno de izquierda, aunque fuese aplicando el
acuerdo – producto del chantaje – que el propio Primer Ministro
consideraba inviable.
Ambos aspectos del dilema eran igualmente despiadados. Como Alexis
Tsipras anunció con razón, nadie tiene el derecho a pretender que el
dilema tortura más su propia conciencia que la de los demás – ya sea
primer ministro o miembro del gobierno.
En consecuencia, esto de ninguna
manera implica que los que decidieron que el gobierno debía aplicar el
acuerdo “inviable” lo hicieran por tener un mayor sentido de la
responsabilidad que aquellos de nosotros que defendíamos que debíamos
dimitir y dejar la aplicación de las medidas a aquellos políticos que
creían que el acuerdo era viable.
Euclides Tsakalotos resumió perfectamente la realidad cuando se
dirigió al Parlamento; dijo que aquellos que creían que el gobierno de
SYRIZA no debía cargar con la tarea de hacer cumplir este acuerdo tenían
argumentos tan fuertes como los que creían que el gobierno de SYRIZA
está moralmente obligado ante la gente a aplicar este mal acuerdo para
evitar una quiebra caótica.
Ninguno de nosotros es más “anti-memorándum”, pero tampoco más
“responsable”. Simplemente, cuando te encuentras ante semejante
encrucijada, bajo la presión de una alianza poco santa de potencias
internacionales, es aceptable que unos compañeros elijan una opción y
otros la contraria. En estas circunstancias, sería criminal que unos
calificasen a los otros de “vendidos” y los otros a los primeros de
“irresponsables”. (...)
Dicho esto, la razón por la que he votado “NO” el miércoles pasado es
simple: deberíamos haber entregado el poder, como habíamos dicho que
haríamos, a quienes pueden mirar en los ojos a la gente y decir lo que
nosotros no podemos: “El acuerdo es duro, pero se puede cumplir de tal
manera que haya espacio para la esperanza de que podemos recuperarnos y
superar la catástrofe humanitaria”.
El gobierno de la izquierda no puede prometer a Europa lo que sabe
que no puede conseguir. El activo fundamental que el gobierno de SYRIZA
necesita proteger es la promesa que repetidamente hemos hecho en
nuestras visitas a las capitales europeas: a diferencia de los otros, no
prometemos lo que no podemos cumplir (por ejemplo, un cierto superávit
primario).
Por otra parte, el gobierno de la izquierda no tiene derecho a
saquear más a las víctimas de una crisis que dura ya más de cinco año
sin ser capaz, por lo menos, de responder afirmativamente a la pregunta:
“¿Por lo menos se han recuperado de las políticas recesivas? ”
Muchos de mis colegas preguntan: “¿No es mejor que seamos nosotros
quienes gobernemos? Nosotros, que nos preocupamos por la gente y
queremos luchar contra la corrupción y la oligarquía”. Sí, es mejor.
Pero, ¿qué instrumentos tenemos para ello? La decisión de la Cumbre del
Euro consagra y amplía la completa falta de control social sobre los
bancos, mientras que la sociedad deberá pagar más entre10 y 25 mil
millones de deuda para apoyarlos.
Y para empeorar las cosas, la creación de un súper-HRADF (Fondo de
Desarrollo de Activos de la República Helénica) que tomará el control
total de todos los activos públicos, privando a la República Helénica de
todos los beneficios de gestión. Y ¿cómo vamos a controlar la
austeridad cuando la troika, con todos los datos de la ELSTAT (Autoridad
Helénica de Estadística) -cuyo control cedimos de este miércoles-
decida unilateralmente cuál debe ser el superávit primario?
Y cuando la dura realidad de los resultados de esta nueva austeridad
aflijan a la sociedad, cuando los jóvenes y los viejos, por igual,
salgan a las calles o se queden en casa pudriéndose de desesperación
ante esas medidas, esa gente – las personas en cuyo nombre hemos hablado
hasta ahora- ¿quién las representará políticamente? ¿El mismo partido
que planteó esas mismas medidas ante el Parlamento?
Las medidas que los
ministros bienintencionados se ven obligados a defender ante el
parlamento y los medios de comunicación, mientras son ridiculizados por
la oposición anti- memorándum? (...)"
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