"(...) En Brasil se está produciendo un aberrante e injustificado golpe de
Estado contra Rousseff y no pasa nada. Se está derrocando a Rousseff
únicamente por una cuestión de irregularidad contable, llamada en Brasil
pedaleo fiscal. No es por corrupción, como mienten muchos medios.
El
error del gobierno de Rousseff es haber usado fondos de bancos públicos
para cubrir programas de responsabilidad fiscal de 2014 (y parte de
2015). Un hecho, dicho sea de paso, que ha venido siendo practicado por
todos los presidentes en Brasil en las últimas décadas.
Incluso lo
practican actualmente la mayoría de los gobernadores que también se
suman al golpe. Se puede discutir si esto es correcto o no, pero lo que
queda fuera de cualquier discusión es que esto pueda ser usado como
excusa para destituir a la presidenta elegida democráticamente.
Además,
lo paradójico de esta maniobra es que son los mismos diputados que
acumulan mil 131 acusaciones, hasta el momento, los que están llevando a
cabo este proceso golpista. La institucionalidad corrupta en defensa
del institucionalismo. Al menos extravagante para que la prensa
internacional dominante ni lo mencione. (...)
Lo que está sucediendo va más allá de un hecho puntual, que ya escuece
muchísimo por sí solo. Se trata realmente de que estamos ante un estado
avanzado de evaporación de lo que supuso el sentido común bolivariano de
una época. Cada país hace la suya. Vuelve la fragmentación de las
naciones.
Si esto ocurriera no sólo se habrá perdido Brasil, sino que
existirá un antes y un después. Volveríamos a la era de los satélites,
todos girando en torno a los poderes económicos del sistema central. La
geopolítica actual dejaría de ser la misma.
Si prospera este tercer
golpe de Estado parlamentario en América Latina, entonces sí podremos
afirmar que el marco analítico común regional será muy limitado para
entender lo que sucede en cada país. La pesadilla de Bolívar ha vuelto." (Alfredo Serrano Mancilla, La Jornada, en Jaque al neoliberalismo, 15/05/16)
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