18.5.16

Las difusas bases de Podemos se encuentran más cómodas siendo una “radical oposición” que un “poder institucional”. Y esto es un problema de difícil solución

"(...)  Lo que está ocurriendo con Podemos tiene más importancia, creo, en los entornos que en los centros. Están aterrorizados. Ellos que lo tenían todo previsto, ¡y comprado! Aparecen unos chavales –algunos talluditos–, que se saben la truca. Tuvieron años en la universidad para aprenderla. Tampoco era una ciencia complicada, aunque sí oculta. Quizá la transición, su singularidad, tuvo algo de ciencia oculta.

Sin ningún ánimo de augur. Podemos no puede ganar las elecciones pero es el único grupo político que las condiciona. Rompe el tres en raya. Tiene problemas para sobrevivir, pero hay uno que me parece decisivo. 

Mientras la cúpula está obsesionada por el poder –lógico, nadie crea un partido para que degenere en club de debate–, las bases, las difusas bases de Podemos, se encuentran más cómodas siendo una “radical oposición” que un “poder institucional”. Y esto es un problema de difícil solución, que exige en principio menos Gramsci y más Rosa Luxemburgo.

¿Cómo echas hacia adelante un partido con una dirigencia ambiciosa y talentuda, y una base reticente y quizá muy influida por aquel fenómeno que arrasó la izquierda española en octubre de 1982? La arrolladora victoria del PSOE, que iba a cambiar el país, y que cambió sobre todo el nivel de vida de sus líderes.

El encono anti-Podemos parte de la generación política crecida en las últimas décadas y que interpreta, con razón, que se puede producir una ruptura con los innumerables apaños, tan similares, de González, Aznar, Zapatero o Rajoy, el más preocupado, porque para un registrador de la propiedad, que además es líder de un partido conservador y corrupto hasta las cachas, sería como abrirle en canal. 

De ahí que el combate esté entre Rajoy y Podemos, y de ahí también que esta sea la hora de los caimanes. Gane un poco, o pierda un poco, el soldado Sánchez es un cadáver po­lítico; puede durar, cha­lanear, negociar… pero no es nadie, ni en su partido ni fuera de él.

Vamos a vivir la campaña electoral más sucia que conoció la no demasiado limpia democracia española posfranquista. Que un tipejo, de pasado dentro de toda sospecha, siempre al servicio de señores oscuros e intocables, apellidado Inda, catedrático de tertulias –propongo introducir este término porque está acorde con la universidad y las querencias de sus estudiantes– exhiba un documento, preparado por los servicios de información o asimilados, según el cual ­Pablo Iglesias ha cobrado cantidades no­tables en Venezuela –otros hicieron algo parecido con Irán– es algo que debería hacernos reaccionar. 

No reflexionar, que eso lo tenemos muy trabajado, sino denunciarlo directamente como basura periodística, bazofia; una ganga de larga tradición en el franquismo.

Parece como si los grandes manipuladores de los medios de comunicación hubieran decidido que Podemos no debería existir. (...)

Vamos a vivir la más sucia de las campañas. Llegó la hora de los caimanes."             (La hora de los caimanes, de Gregorio Morán, La Vanguardia, en Caffe Reggio, 14/05/16)

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