"(...) se infravaloró que una parte del voto de Podemos seguía siendo un
voto de castigo a las políticas de otros partidos, especialmente al
PSOE, que ha demostrado que no está muerto. Esto es vital comprenderlo,
esperábamos que estas elecciones fuesen la certificación de su pérdida
de raíces, pero no ha sido así.
Por una parte, su arraigo histórico es
más profundo de lo que podía parecer y, complementariamente, es claro
que no hemos conseguido dirigirnos correctamente a los sectores de la
clase trabajadora que siguen viendo al PSOE como su partido. Sigue
siendo una asignatura pendiente.
Las principales causas del resultado podrían resumirse en los siguientes puntos:
1. Se ha pagado el haber perdido la ocasión de ir juntos en diciembre
de 2015, aprovechando el impulso y la ilusión que aún había de la
victoria en las municipales de mayo. No se ha podido recrear con una
campaña electoral aquella situación producto de un contexto histórico
concreto. Aquel ambiente era consecuencia de un proceso de lucha y
participación en la sociedad que no hemos sabido mantener.
2.
También se ha pagado un precio por haber desmovilizado durante estos
últimos dos años, centrando toda la atención en el frente electoral.
Desde la posición de las instituciones se debía haber llamado a la
movilización contra el PP, con una exigencia a las direcciones
sindicales a ponerse al frente de la lucha.
Parece paradójico, pero el
“electoralismo” es el camino que lleva a las derrotas electorales de la
izquierda. Los mensajes ingeniosos en las redes sociales ayudan, sobre
todo a la militancia, pero no pueden por si mismos competir con las
armas del sistema.
3. La unidad se llevó a cabo de forma
cupular y rompiendo con la dinámica de participación que se había
generado en los años anteriores. La ausencia de primarias para elegir
las candidaturas no es un factor secundario, ha tenido mucha
repercusión.
Una campaña para elegir la cabecera de la lista hubiese
sido un revulsivo, aumentado la participación y las expectativas,
formando parte de la campaña electoral. En lugar de eso la designación
de candidaturas a dedo y negociaciones, incluidos “cuneros”, ha sido un
grave error, y lo hemos aceptado sin mostrar públicamente nuestro
rechazo y nuestra propuesta de alternativa.
4. La forma de
afrontar la constitución de un gobierno tras el 20D también ha pasado
factura: el error de haber puesto por delante los ministerios a un plan
claro y concreto de mejora de las condiciones de vida que dejara en
evidencia al PSOE y a su acuerdo con Ciudadanos.
5. Plantear la
campaña en términos de pretender ser una fuerza socialdemócrata, con
continuos guiños al PSOE (“Zapatero ha sido el mejor presidente de la
democracia”) que han dado una imagen oportunista (después del episodio
de la cal viva…).
En lugar de radicalizar a nuestra base social, tras un
programa firme de cambios sociales que deberían garantizar unas
condiciones de vida dignas, se ha querido aparecer más moderados y
“dentro del sistema”.
El efecto es el contrario: para la derecha
seguimos siendo “rojos peligrosos” con piel de cordero, pero no somos
capaces de entusiasmar y movilizar a los nuestros. Es el mismo dilema
que se vive en los ayuntamientos “del cambio”: moderarnos para no dar
“miedo” ni “excusas” a la derecha, o lanzar una lucha consecuente que
movilice a la clase trabajadora.
6. No haber proyectado ilusión
y movilización desde los ayuntamientos del cambio, a pesar de esfuerzos
parciales. Sin duda los medios de comunicación ocultan logros y
magnifican defectos, pero debiéramos ser capaces de superar ese
obstáculo. (...)" (Jordi Escuer/Alberto Arregui , Rebelión, 29/06/16)
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