28.7.16

Hay menos pobres, pero todos somos más pobres. La gran perjudicada es la clase media... su desaparición se puede ver acelerada por los procesos de digitalización y automatización

"(...) Salir de la pobreza en muchas naciones pasa por doblar retribuciones que aún son irrisorias en Occidente y que, precisamente por eso, provocan que la industria del primer mundo no pueda competir, lo que deriva en situaciones de paro estructural. Hay menos pobres, pero todos somos más pobres. No hay más que ver cómo han aumentado los coeficientes de desigualdad en los últimos años.  (...)

En un entorno como el descrito, la gran perjudicada es la clase media a la que la crisis ha pillado, además, con unos niveles de endeudamiento muy elevados, lo que le ha impedido beneficiarse de ella.

 Su desaparición, que se puede ver acelerada por los procesos de digitalización y su impacto sobre el sector servicios, no es baladí, ya que es sobre sus contribuciones sobre las que se ha construido buena parte del entramado del Estado del bienestar en el primer mundo. 

El impacto de su desvanecimiento es, por tanto, sustancial. Y tiene consecuencias alrededor del planeta, ya que, sin ella, la oferta global se hace aún más excedentaria, la presión en precios, mayor y la posibilidad de recuperación, más remota.

Así el fenómeno entre en una derivada más: la política. En un entorno como el descrito, de polarización social, el rico quiere proteger su patrimonio, y encuentra un garante del mismo en la extrema derecha, mientras que el pobre busca velar por sus derechos, lo que le lleva a apoyar a fuerzas de extrema izquierda.

 En la medida, además, en que los actuales dirigentes se muestran incapaces de liderar proyectos nacionales, por una parte, y se aprovechan del sistema en beneficio propio, por otra, la distancia entre representante tradicional y representado se amplía aún más, lo que puede conducir, como ya se está viendo, a la elección de candidatos cada vez menos cualificados, cerrándose así el círculo vicioso.(...)

A ello contribuye, por último, el proceso de desregulación que se atisba en el horizonte. Mientras que gobiernos, regiones y municipios se empeñan en establecer más y más normas, cada vez le importa menos al ciudadano si un hotel tiene más o menos estrellas frente a la opinión de los usuarios de TripAdvisor, si una tarifa de taxi es o no legítima contra la discrecionalidad de los Uber de turno o si hay o no libertad de horarios cuando internet y la distribución asociada al mismo carecen de ellos. 

O se adecúa el papel del poder legislativo y, por ende, del ejecutivo, o el abismo que se está abriendo será no solo real sino también formal por incomprensión del ciudadano respecto a la actividad del regulador".

Casi nada. Pobreza, viabilidad del modelo de Seguridad Social, extremismo y papel del legislador como cuatro bombas de relojería en apenas cuatro párrafos. Cuanto mayor es la primera, más se cuestiona la segunda, mayor auge cobra el tercero y menos valor se otorga al cuarto. (...)"         (S. McCoy, El Confidencial, 18/07/16) 

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