1.7.16

Las dos Españas. Mientras en las zonas más desarrolladas y urbanas se pide cambio, las zonas rurales son abandonadas en manos del PP

Las dos Españas. Mientras en las zonas más desarrolladas y urbanas se pide cambio, en las zonas rurales cuesta horrores penetrar. 

Sean redes clientelares o envejecimiento de la población, la realidad es que en Castilla y León (por poner el ejemplo más sangrante) la hegemonía conservadora es absoluta. Algunos sostendrán que el patrón de transformación social se produce siempre con las grandes ciudades y núcleos urbanos como vanguardia política que posteriormente se extenderá al resto del país.

Así ha ocurrido siempre, pero la argumentación es tramposa y tiene poco recorrido, básicamente por motivos históricos. En la actualidad no va a producirse ningún proceso de industrialización ulterior o revolución burguesa o de las luces. La modernidad como fenómeno histórico y cultural ya pasó por nuestro país. Por supuesto que la ley electoral beneficia esta realidad, pero es lo que tenemos y es con lo que hay que trabajar.

 Un buen comienzo pasaría por, durante la campaña electoral, no abandonar a las ciudades y zonas en las que se espera poco voto, tampoco ayuda centrarse en problemas exclusivamente urbanos como las pymes, el exilio de los mejor preparados, la educación universitaria o los becarios. Conviene recordar que cerca de la mitad de españoles carece de correo electrónico, por muy brillante que sea la campaña en redes, tiene un techo de cristal.

Hay quien habla YPP (Yerno Perfecto Progresista) que se traduce en los Garzón, los Bustinduy, los Errejón: currículos académicos interminables pero una sensibilidad inequívocamente urbanita que no conecta con otras realidades existentes en nuestro país. Los baños de masas en los grandes núcleos urbanos refuerzan el espíritu y generan ilusión, pero hay que bajar al barro. Por otra parte, conviene recordar que ese apoyo en los grandes núcleos se ha producido principalmente en Euskal Herria y Catalunya (...)

La calle.

A la calle gritan muchas voces, hay que volver a la calle. Parecen olvidar que sí hubo calle, hubo 15M, mareas de sanidad, educación y justicia, movilización minera. Hubo Rodea el Congreso, Marchas de la dignidad, escraches a políticos y, como siempre, hostias, multas y cárcel para quién habló de más.

 Y tras tanto dolor y movilización, no nos engañemos, el resultado fue el mismo: la ofensiva neoliberal contra las clases populares continuó su curso implacable, ya fuera en lo puramente social empobreciendo más si cabe las condiciones de vida las clases populares o en lo político, con sucesivas victorias de la derecha. La disociación entre calle y poder político encontró su cenit en el barrio de Gamonal: el Partido Popular venció en el mismo barrio que de forma tan heroica había luchado frente a sus políticas municipales.

 No deja de resultar irónico que los mismos que hoy piden la vuelta a la calle, eran los que criticaban esas mismas movilizaciones en la calle por considerarlas demasiado lights, reformistas o tibias. Hay que volver a la calle sí, pero entender la calle más allá de esos ateneos, centros sociales, okupas o manis asustaviejas que no dejan de ser espacios de confort donde no hay que enfrentar la realidad con un pueblo que tiene miedo a los radicalismos políticos; se trata de salir a la calle para crear tejido social, poder popular en los barrios, penetrar en las asociaciones de vecinos, en las AMPAS, en las fiestas populares y en los centros de trabajo.

Hacer mucha pedagogía, con mucha mano izquierda. Y explicarle a tu vecino que la nacionalización de sectores estratégicos no implica que nos vayamos a quedar sin papel del culo y que la renta básica no es un salvavidas para vagos. Así, cuando las sucesivas ofensivas mediáticas azuzando el miedo se produzcan, estaremos en una posición de ventaja y nuestros representantes políticos no tendrán que hacer peripecias verbales ni jugar al escondite con la ambigüedad política.

La única victoria posible puede darse con la concatenación de ambos espacios: una lucha en la calle potente que se pueda traducir electoralmente para poder legislar en favor de las clases populares y más castigadas que consiga resistir los envites del miedo a los radicalismos azuzados por la prensa servil. La maquinaria electoral ha tocado techo, ahora toca crear base, sin base es ya imposible que siga creciendo.

Nadie dijo que fuera fácil. 

Llevamos toda la vida luchando, no nos asustan las derrotas, los palos en la rueda o los severos reveses. Hay que seguir galopando, hay que seguir llamando a las puertas del cielo."              (Nega, Público, 27/06/16)

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