"Si Trump llega a ser presidente, por increíble que nos parezca, los mexicanos estaremos al borde de una nueva guerra con EE UU. (...)
De ocurrir, es obvio que la nueva guerra no será militar: será una
guerra comercial, económica, social, étnica, ecológica, estratégica,
diplomática y jurídica.
Comercial, por la amenaza creíble de que EE UU abandone el Tratado de
Libre Comercio e imponga aranceles a nuestras exportaciones. Económica,
por el secuestro anunciado de las remesas que son la principal fuente
de divisas para México.
Social, por las deportaciones masivas de
mexicanos indocumentados que recordarían episodios vergonzosos de
confinamiento y persecución contra los japoneses residentes durante la
II Guerra Mundial.
Étnica, por el previsible encono que desataría esa
política de deportación no solo en Estados Unidos (donde las tensiones
raciales son cada día más graves) sino en México, donde viven
pacíficamente más de un millón de norteamericanos.
Ecológica, por la
posible renuencia mexicana a cumplir con convenios en materia de agua en
la frontera texana como respuesta a las agresiones estadounidenses.
Estratégica, por la nueva disrupción de la vida en la frontera (ya de
por sí frágil y violenta) y la cancelación potencial de los convenios de
cooperación en materia de narcotráfico.
Diplomática, por las
inevitables consecuencias que la aplicación de la doctrina nativista y
discriminatoria de Trump tendría en todos los niveles y órdenes de
gobierno en los dos países, estatales y federales, ejecutivos y
legislativos.
Jurídica, por el alud de demandas que someterían a las
cortes individuos, grupos y empresas mexicanas, públicas y privadas,
para defender sus intereses.
De ganar Trump, ningún país (ni China o los países de la OTAN) corre
más peligro que México. Y ninguno ha sido lastimado más por él
verbalmente. Ha repetido que “mandamos a la peor gente”, a “criminales y
violadores”.
En su discurso de aceptación evocó la muerte de una
persona a manos de un indocumentado para inferir, a partir de ese
episodio aislado, el peligro que los mexicanos representan para los
norteamericanos (el asesino, por cierto, era hondureño). Los medios
serios de EE UU han refutado con estadísticas y hechos objetivos esta
supuesta agresividad de nuestros paisanos. (...)
Ahora nos toca a nosotros mismos defendernos. (...)" (Enrique Krauze, El País, 27/07/16)
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