"Clase obrera. Ya casi no se oyen estas dos palabras
juntas, sobre todo en la izquierda política institucional, el grupo
parlamentario laborista y sus fieles comentaristas. (...)
En el Reino Unido desde hace 30 años, académicos, activistas
políticos y comunitarios, sindicalistas y hasta grupos religiosos han
advertido, argumentado, probado, amenazado y a veces suplicado a los
políticos y a la sociedad en general que la desigualdad creciente y las
políticas de austeridad no acabarían bien.
Sería ése el momento en que
yo esperaba ver una revolución política surgida de un movimiento de solidaridad internacional
liderado por gente trabajadora procedente de todo el mundo protestando
ante sus respectivas instituciones elitistas con antorchas llameantes y
horcas.
En cambio, nos hemos visto inmersos en una batalla ideológica interna
del partido conservador y el resto de los grupos parlamentarios se
conforman porque les beneficia en sus propias luchas internas por el
poder.
La ocasión perfecta para hacerse oír
La consecuencia es que las personas marginadas en todo el Reino Unido
han utilizado el referéndum sobre la Unión Europea –orquestado por los
conservadores– como una oportunidad para hacerse oír. No he observado
nunca tanto entusiasmo y debate entre personas que el año pasado ni se
interesaban por las elecciones generales.
Más de 33 millones de personas
salieron a votar. De éstas, 17 millones votaron para salir de la Unión
Europea. Lo hicieron por muchas razones: soberanía, xenofobia, racismo y debemos reconocer esto. Pero hubo millones de electores que votaron para salirse por otras razones.
El ataque sostenido sobre la gente trabajadora, sus identidades, su
trabajo y su cultura por parte de la política ejercida desde Westminster
y la burbuja mediática que la rodea ha tenido consecuencias imprevistas.
La gente trabajadora ha dejado de escuchar a los políticos en
Westminster y en cambio hace lo que todos los políticos temen: utiliza
sus propias experiencias para juzgar lo que le funciona y lo que no.
Desde el Brexit, ha habido mucho debate sobre qué ha pasado y cómo
hemos llegado hasta aquí. Creo honestamente que no se sabe. El Reino
Unido está profundamente dividido en términos de localización
geográfica, raza, etnicidad, género, discapacidad y edad y la clase
social está presente en cada uno de estos apartados.
Ignorar la
desigualdad de clase y la realidad social, cultural y económica de las
experiencias vividas por las personas ha sido un enorme error por parte de la clase media de todas las convicciones políticas.
En cambio, esta clase media metropolitana y sus comentaristas incondicionales han llegado al consenso de que a la gente trabajadora se la ha engañado,
que son pavos deseando que llegue la Navidad. Están dejando de acusarla
de racismo por apoyar el Brexit, no porque hayan cambiado de opinión o
abandonado sus prejuicios profundos, sino porque se han dado cuenta de
que son ridículos y algo culpables por acusar constantemente a la clase
obrera de ‘racista’.
En cambio, han tirado de ‘diplomacia’, eligiendo
bien sus palabras del diccionario preferido de los eugenésicos. Ahora se
preguntan si el voto sobre la Unión Europea tiene que ver con la
educación, la miopía o quizá el exceso de ira que no le ha permitido
pensar racionalmente.
Están resucitando los antiguos prejuicios de que la clase obrera es inferior, bruta y retrógrada,
pero en el lenguaje del catálogo de moda. Aunque es posible que algunas
de las personas que votaron para marcharse de la Unión Europea hayan
sido engañadas, todo el referéndum se basó en mentiras, desinformación y
miedo.
Basándome en mis investigaciones realizadas en Nottingham y el este
de Londres, sospecho que la mayoría de las personas trabajadoras que
votó para marcharse de la Unión Europea canalizaba el espíritu de Billy
Casper, el personaje del libro de Barry Hines, A Kestrel for a Knave,
más conocido como Kes en la película de Ken Loach.
Están dando un corte
de mangas a la clase media y a la clase dirigente mientras miran al pasado que perciben como mejor y al futuro que saben que será sombrío." (Lisa McKenzie, Académica asociada de sociología en la London School of Economics, Diagonal, 28/09/16, publicado por la revista Red Pepper.)
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