"(...) Hay que entender que, desde la crisis financiera de 2008 (de la que
aún no hemos salido), ya nada es igual en ninguna parte. Los ciudadanos
están profundamente desencantados. La propia democracia, como modelo, ha
perdido credibilidad. Los sistemas políticos han sido sacudidos hasta
las raíces.
En Europa, por ejemplo, se han multiplicado los terremotos
electorales (entre ellos, el brexit). Los grandes partidos tradicionales
están en crisis. Y en todas partes percibimos subidas de formaciones de
extrema derecha (en Francia, en Austria y en los países nórdicos) o de
partidos antisistema y anticorrupción (Italia, España).
El paisaje
político aparece radicalmente transformado.
Ese fenómeno ha llegado a Estados Unidos, un país que ya conoció, en
2010, una ola populista devastadora, encarnada entonces por el Tea
Party. La irrupción del multimillonario Donald Trump en la carrera por
la Casa Blanca prolonga aquello y constituye una revolución electoral
que ningún analista supo prever. (...)
Para muchos electores irritados por lo “políticamente correcto”, que
creen que ya no se puede decir lo que se piensa so pena de ser acusado
de racista, la “palabra libre” de Trump sobre los latinos, los
inmigrantes o los musulmanes es percibida como un auténtico desahogo.
A ese respecto, el candidato republicano ha sabido interpretar lo que
podríamos llamar la “rebelión de las bases”. Mejor que nadie, percibió
la fractura cada vez más amplia entre las elites políticas, económicas,
intelectuales y mediáticas, por una parte, y la base del electorado
conservador, por la otra.
Su discurso violentamente anti-Washington y
anti-Wall Street sedujo, en particular, a los electores blancos, poco
cultos y empobrecidos por los efectos de la globalización económica. (...)
Los medios de comunicación han dado gran difusión a algunas de sus
declaraciones y propuestas más odiosas, patafísicas o “ubuescas”.
Recordemos, por ejemplo, su afirmación de que todos los inmigrantes
ilegales mexicanos son “corruptos, delincuentes y violadores”.
O su
proyecto de expulsar a los 11 millones de inmigrantes ilegales latinos a
quienes quiere meter en autobuses y expulsar del país, mandándoles a
México. O su propuesta, inspirada en Juego de Tronos, de construir un
muro fronterizo de 3.145 kilómetros a lo largo de valles, montañas y
desiertos, para impedir la entrada de inmigrantes latinoamericanos y
cuyo presupuesto de 21.000 millones de dólares sería financiado por el
Gobierno de México.
(...) la principal pregunta que mucha gente se plantea es: ¿cómo es
posible que un personaje con tan lamentables ideas consiga una audiencia
tan considerable entre los electores estadounidenses que, obviamente,
no pueden estar todos lobotomizados? Algo no cuadra.
Para responder a esa pregunta ha habido que hendir la muralla
informativa y analizar más de cerca el programa completo del candidato
republicano y descubrir qué otros puntos fundamentales defiende,
silenciados por los grandes medios. Éstos no le perdonan, en primer
lugar, que ataque de frente al poder mediático.
Le reprochan que
constantemente anime al público en sus mítines a abuchear a los
“deshonestos” medios. (...)
Otra razón por la que los grandes medios de comunicación atacan a
Trump es porque denuncia la globalización económica, convencido de que
ésta ha acabado con la clase media. Según él, la economía globalizada
está fallando cada vez a más gente, y recuerda que, en los últimos
quince años, en Estados Unidos, más de 60.000 fábricas tuvieron que
cerrar y casi cinco millones de empleos industriales bien remunerados
desaparecieron.
Es un ferviente proteccionista. Propone aumentar las
tasas sobre todos los productos importados. “Vamos a recuperar el
control del país, haremos que Estados Unidos vuelva a ser un gran país”,
suele afirmar, retomando su eslogan de campaña.
Partidario del brexit, Donald Trump ha desvelado que, si llega a ser
presidente, tratará de sacar a EEUU del Tratado de Libre Comercio de
América del Norte (NAFTA por sus siglas en inglés). También arremetió
contra el Acuerdo de Asociación Transpacífico (TPP por sus siglas en
inglés), y aseguró que, de alcanzar la Presidencia, sacará al país del
mismo: “El TPP sería un golpe mortal para la industria manufacturera de
Estados Unidos”.
En regiones como el rust belt, el “cinturón de óxido” del noreste,
donde las deslocalizaciones y el cierre de fábricas manufactureras han
dejado altos niveles de desempleo y de pobreza, este mensaje de Trump
está calando hondo. Así como su rechazo de los recortes neoliberales en
materia de seguridad social.
Muchos electores republicanos, víctimas de
la crisis económica del 2008 o que tienen más de 65 años, necesitan
beneficiarse de la Social Security (jubilación) y del Medicare (seguro
sanitario) que desarrolló el presidente Barack Obama y que otros líderes
republicanos desean suprimir.
Trump ha prometido no tocar estos avances
sociales, bajar el precio de los medicamentos, ayudar a resolver los
problemas de los “sin techo”, reformar la fiscalidad de los pequeños
contribuyentes y suprimir el impuesto federal que afecta a 73 millones
de hogares modestos.
Contra la arrogancia de Wall Street, Trump propone aumentar
significativamente los impuestos de los corredores de hedge funds que
ganan fortunas y apoya el restablecimiento de la Ley Glass-Steagall.
Aprobada en 1933, en plena Depresión, esta ley separó la banca
tradicional de la banca de inversiones con el objetivo de evitar que la
primera pudiera hacer inversiones de alto riesgo.
Obviamente, todo el
sector financiero se opone absolutamente al restablecimiento de esta
medida.
En política internacional, Trump quiere establecer una alianza con
Rusia para combatir con eficacia a la Organización del Estado Islámico
(OEI o ISIS por sus siglas en inglés).
Aunque para ello Washington tenga
que reconocer la anexión de Crimea por Moscú. También, contrariamente a
muchos líderes de su partido, ha declarado aprobar el restablecimiento
de relaciones entre Estados Unidos y Cuba.
Todas estas propuestas no invalidan en absoluto las inaceptables y
odiosas declaraciones del candidato republicano difundidas a bombo y
platillo por los grandes medios de comunicación dominantes. Pero sí
explican mejor el porqué de su éxito en amplios sectores del electorado
estadounidense." (Ignacio Ramonet, Le Monde Diplomatique Nº: 251 Septiembre 2016, en Attac España, 09/09/16)
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