"(...) En el debate, la cosa fue más o menos como sigue. Durante los
primeros 15-20 minutos del debate, Donald Trump estuvo más o menos
tranquilo. Sus respuestas sobre política económica eran tan absurdas y
monomaníacas como de costumbre (México, comercio, todo el mundo nos roba
la cartera) y completamente incoherentes a poco que alguien les
prestara un poco de atención, pero no eran malas.
Clinton, como de
costumbre, contestaba a todo con detalle y con variedad de propuestas y
planes, haciendo honor a su tendencia a actuar como Leslie Knope. No
hacía un gran papel, pero al menos se la veía optimista y tranquila.
Allá por el minuto 12-13 del debate, sin embargo, Clinton ya empezó a
colocar puyas en sus respuestas. La primera, si no recuerdo mal, fue al
hablar sobre cómo Trump empezó su negocio con un préstamo de 14
millones de dólares de su padre. Pequeñas menciones a sus impuestos.
Provocaciones, sin duda, buscando que Trump reaccionara.
A la media hora, lo consiguió. Trump estaba visiblemente agitado,
interrumpiendo a Hillary con frecuencia. Fue entonces cuando Hillary
realmente empezó a repartir leña en serio, con una respuesta brutal
pidiendo a Trump que haga públicos sus impuestos. El debate, a partir de
ahí, se inclinó a favor de Clinton, con Trump cometiendo una multitud
de errores no forzados.
En repetidas ocasiones, Hillary ni siquiera se
molestó en interrumpir las idas de la olla de su oponente. Trump tuvo
una larga, confusa respuesta llena de frases perdidas y mentiras obvias
cuando fue preguntado sobre su obsesión (racista) con el certificado de
nacimiento de Obama. Clinton le contestó, mirando a la cámara, algo
parecido a “espero que hagáis escuchado lo que dice este tipo”.
Es difícil dar un listado de todas las cosas que le han salido mal a
Trump hoy, pero ahí van unas cuantas. Ha dicho no pagar impuestos, y estar orgulloso de ello.
Ha mentido abiertamente, otra vez, sobre su apoyo a la guerra de Irak.
Ha dado respuestas completamente absurdas sobre armas nucleares y la
OTAN. Ha insultado a Rosie O´Donnell sin que viniera a cuento. Se ha
llevado una galleta estelar cuando ha criticado a Clinton por no tener
energía.
Ha mentido abiertamente sobre sus opiniones sobre calentamiento
global. Se ha metido en un jardín espectacular al hablar sobre sus
impuestos. Ha elogiado a su hijo de 10 años como una autoridad contra el
cybercrimen. Ha hablado sobre lo maravilloso que es su
temperamento. Todo ello gritando y comportándose como un maleducado
ante una mujer de gesto paciente.
Las encuestas, por ahora, han sido claras. Los dos focus groups mediáticos (uno de Frank Luntz, otro de CNN), daban victorias aplastantes para Clinton. Los dos sondeos rápidos post-debate (CNN y PPP)
confirmaban esa impresión. El margen, en todos los casos, era
comparable a otro debate que fue también una monumental paliza, el
primer encuentro entre Romney y Obama el 2012.
Sí, exacto. Ese mismo debate que movió las encuestas 3-4 puntos en
favor de Romney durante un par de semanas, hasta que el los tres últimos
debates (Biden-Ryan y dos presidenciales más) colocaron a Obama de
nuevo al frente. Dicho en otras palabras, ha sido una victoria igual de
clara, al menos a primera vista, como ese gran momento de Mitt Romney
que no le sirvió para nada hace cuatro años. (...)
Obama perdió claramente, pero tras su campaña del 2008, el tono general
fue que o bien se había confiado, o bien tuvo una mala noche. Romney se
llevó muchos y merecidos elogios por haberle dado un sonoro repaso, pero
el hilo conductor de la campaña era que Obama podía recuperarse. (...)
Trump no es Mitt Romney. La historia que llevan explicando los medios
toda la campaña es la de una política profesional excepcionalmente bien
preparada enfrentándose contra un hombre anárquico con un carisma que
llega a los americanos. (...)
El hecho que le haya ido mal no hace más que confirmar la historia
que tenían los periodistas en mente sobre Trump siendo un cretino sin
demasiado contacto con la realidad. Esta va a ser la historia en los
medios, casi seguro, durante las próximas semanas, y esa será la barrera
que Trump deberá superar en los cuarenta días escasos que quedan de
aquí a fin de campaña.
¿Quiere decir esto que las elecciones se han terminado? No, en
absoluto, por tres motivos. Primero, quedan dos debates (bueno, tres,
pero el debate entre Kaine y Pence no le importa a nadie), y Hillary aún
puede cometer errores graves. Este debate seguramente será el de más
audiencia, pero una pifia monumental en el segundo o tercero podría
hacerlo olvidar. (...)
Segundo, siempre puede haber un imprevisto. Algo como un atentado
terrorista, un desastre natural o una enfermedad grave de Clinton que
haga que cambie la tendencia.
Tercero, y de lejos el más importante: estas son unas elecciones
extrañísimas. Trump, bajo cualquier análisis medio cuerdo de la
realidad, debería estar lejos en las encuestas, pero anda casi empatado.
No estamos ante una campaña presidencial normal. Muchos votantes de
Trump le apoyan precisamente porque los medios y el establishment
parecen despreciarle, no lo contrario.
Si algo deberíamos saber a estas
alturas es que los debates y la campaña funcionan bajo una realidad
paralela con este tipo, que ganó las primarias después de saltarse todas
las reglas sobre cómo hacerlo.
Es cierto que Trump nunca tuvo un
oponente real entonces (recuerdo que Ted Cruz fue el que quedó
segundo) ni debatió uno contra uno ante un político que supiera lo que
hacía. Pero este es un ciclo electoral extraño, ante un rival que quizás
es competente, pero es ampliamente odiada por muchos votantes, así que
Dios sabe qué veremos durante las próximas semanas. (...)" (Politikon,
No hay comentarios:
Publicar un comentario