"(...) en las últimas semanas hubo varias estremecedoras noticias relacionadas
con niños estadounidenses, por supuesto todas ellas pasaron
desapercibidas. La primera la encontramos en el diario español ABC.
Tuvo
que llegar una empresa de lavadoras para hacer un estudio y mostrar que
los niños de origen pobre no iban a clase sencillamente porque les daba
vergüenza ir con la ropa sucia y sus compañeros se rieran. La empresa
instaló lavadoras y secadoras en los colegios y redujo el absentismo
escolar en un 90%.
Una niña de diez años lo contaba así: “Cuando me
levanto por la mañana y veo que no tengo ropa limpia, normalmente
termino quedándome en casa. Tener la lavadora y la secadora en la
escuela significa que no tengo que preocuparme por la ropa sucia; me
hace sentir más ilusionada y que encajo mejor”.
Y seguimos con nuestro repaso, además creciendo en dramatismo. Unos
operarios de la ciudad de Seattle, estado de Washington, descubrieron a
dos niños de 12 y 13 años viviendo en las alcantarillas de la ciudad,
según reveló la estación de televisión local Kiro7.
Los trabajadores,
cuando levantaron la tapa de la alcantarilla, encontraron a más de
cuatro metros de profundidad ropa, juguetes, algo de comida y otros
objetos. Entre ellos, una cama de madera contrachapada.
Fue entonces
cuando descubrieron a los dos menores que vivían y dormían en el
interior. Los técnicos comentaron en declaraciones a la televisión que
nunca habían visto nada parecido en treinta años de experiencia. (...)
El final de la historia es que los niños se dieron a la fuga y siguen
desparecidos. Pero no estarán solos viviendo en la calle, según The
Washington Post al menos 60 mil niños sin hogar viven en el estado de
Washington.
Y por si estos casos no son suficiente elocuentes del
nivel de desprotección de la infancia en Estados Unidos. El periódico
Diagonal informa que, según un informe difundido recientemente, se están
encarcelando a los niños pobres cuyas familias no pueden permitirse el
lujo de pagar las cuotas del tribunal de menores o multas, lo que
equivale a castigar a los niños por la pobreza de sus familias.
Los
autores del informe Debtor’s Prison for Kids? The High Cost of Fines
and Fees in the Juvenile Justice System [¿Prisión de morosos para niños?
El alto coste de las multas y cargos en el sistema de justicia juvenil
(pdf)] señalan que hay numerosas formas por las que los sistemas
judiciales de menores imponen multas sobre las familias de los niños
que, cuando los padres no pueden pagar, llevan al niño a prisión.
Por
ejemplo muchos Estados establecen una cuota mensual a las familias
cuyos hijos están en libertad condicional. Cuando una familia no puede
pagar esa cuota se considera una violación de ese régimen de libertad y
el niño es, en la mayoría de casos, encarcelado en un centro de
detención juvenil.
Otras veces a los niños se les condena a un
programa de inserción basado en la comunidad, lo que permite mantenerlos
fuera de la prisión y ayudarles a reintegrarse, pero las familias deben
pagar los costes del programa. Cuando los niños sin recursos no pueden
pagar, simplemente se les encarcela. (...)
Los atropellos a la infancia en Estados Unidos son una constante.
Hace dos años, unas investigaciones del periódico The New York Times y
de la organización Human Rights Watch reveló que cientos, si no miles,
de menores trabajaban en plantaciones de tabaco de Estados Unidos.
Paradójicamente, mientras -como es lógico- los niños estadounidenses
tienen prohibido fumar por razones de salud, están sufriendo
intoxicaciones por nicotina, con vómitos, mareos o ritmos cardíacos
irregulares, por trabajar hasta doce horas al día recolectando el
tabaco. Según el informe, los menores además de ser especialmente
vulnerables a los pesticidas tóxicos, con la simple manipulación de
hojas de tabaco húmedas pueden absorber tanta nicotina como si
estuvieran fumando.
El periodista Steven Greenhouse, que investigó el
asunto y publicó el reportaje bajo el título “Sólo 13 años, y trabajando
en peligrosos turnos de 12 horas en los campos de tabaco”, fue
entrevistado por la periodista Amy Goodman para la cadena Democracy
Now!.
Según señala, se sorprendió de encontrar niños con jornadas
laborales de sesenta horas semanales con un calor agobiante. Conforme a
la ley estadounidense, las plantaciones de tabaco pueden contratar
trabajadores de hasta doce años de edad por una cantidad ilimitada de
horas, siempre que no haya conflicto con la asistencia a la escuela.
Y
no es este el único ejemplo del trato que sufren los menores en Estados
Unidos. La periodista y escritora Jennifer Gonnerman, reveló la
increíble historia de Kalief Browder en la revista The New Yorker.
Browder, un estudiante de dieciséis años de edad del condado de Bronx,
terminó pasando tres años en la cárcel de Rikers de la ciudad de Nueva
York acusado del robo de una mochila.
El menor nunca se declaró culpable
y nunca fue condenado, mantuvo su inocencia y solicitó un juicio, pero
sólo le ofrecieron acuerdos de culpabilidad mientras que el juicio fue
demorado en reiteradas ocasiones. Poco antes de salir de la cárcel, el
juez le ofreció condenarlo al tiempo que ya había estado en la cárcel si
aceptaba declararse culpable y le advirtió que podía pasar quince años
más en prisión si lo condenaban.
Aún así, Browder rehusó aceptar el
acuerdo y tuvo que ser liberado al ser el caso desestimado. Mientras
estuvo en la cárcel pasó casi ochocientos días aislado, práctica que en
la actualidad el Departamento Correccional de Nueva York prohíbe cuando
se trata de menores.
Para comprender este trato a los menores es
importante saber algo que la mayoría de la población desconoce: La
Convención sobre los Derechos del Niño (CDN) hoy ya ha sido aceptada por
todos los países del mundo excepto Estados Unidos. (...)" (Pascual Serrano, eldiario.es, 22/10/16)
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