"(...) El BE ha gozado siempre de un gran prestigio, prestigio en mi opinión
inmerecido pero elaborado en razón de los intereses que defendía.
Durante muchos años ha sido el centro más importante de emisión de
pensamiento neoliberal.
Se ha comportado de manera permanente como
patronal bancaria y como sindicato orientado a la defensa de las
entidades financieras y del poder económico. No se le puede negar el
mérito de haber colaborado de manera sustancial en el establecimiento en
España de un sistema estadístico de primer orden, especialmente en el
área financiera, pero el juicio tiene que ser muy diferente en lo
referente a sus dos principales funciones, la instrumentación de la
política monetaria y el control de los bancos. (...)
Hasta el establecimiento del euro, la política monetaria practicada por
el BE se orientó siempre en la línea más restrictiva, lo que condenó a
menudo a la economía española a un crecimiento inferior al potencial y a
que las tasas de desempleo fueran más elevadas de lo que era
previsible.
Esa fuerte disciplina, tan dañina para la economía real,
venía marcada con frecuencia por errores y fallos en las estimaciones y
en los instrumentos de la propia política monetaria, y en la actuación
deficiente de la institución. (...)
Tampoco su actuación como supervisor de las entidades financieras a lo
largo del tiempo ha sido excesivamente brillante. Desde principios de
los ochenta las crisis bancarias se han sucedido periódicamente sin que
el BE haya hecho nada para evitarlas; tan solo intervenía una vez que el
problema se había presentado y siempre para solucionarlo con dinero
público.
La responsabilidad no puede, desde luego, predicarse de los
funcionarios, cuya preparación y competencia está fuera de toda duda,
sino del régimen autocrático de la institución y del sistema de
supervisión, cuyas decisiones se tomaban con fuerte sentido jerárquico
obviando a menudo la opinión de los inspectores. (...)
Desde todos los ángulos se afirmaba que, a diferencia de las
extranjeras, nuestras entidades financieras gozaban de muy buena salud, y
precisamente gracias a la pericia y buen hacer de nuestro banco emisor,
que supo adelantarse -de acuerdo siempre con la posición oficial- a la
crisis y obligar a los bancos a realizar la provisiones adecuadas.
El discurso era tanto más extraño cuanto que había múltiples señales
que indicaban precisamente lo contrario. Linde las indica ahora con
acierto en su artículo: “El crédito a hogares y empresas había pasado de
representar el 81% del PIB a finales de 1999 a suponer el 166% al
cierre de 2008.
Algunas partidas crediticias, como la hipotecaria o la
destinada a la promoción inmobiliaria aumentaron su peso durante ese
periodo desde el 35% del PIB, en el primer caso, hasta el 95%; y desde
el 4% hasta el 28%, en el caso del crédito a promotor”. Lo curioso es
que estos datos no los quisiera ver nadie entonces y que el BE los
ignorase.
(...) si bien era evidente que nuestras entidades financieras no podían estar contaminadas por las hipotecas subprime,
que provenían del otro lado del Atlántico -mal que infectaba a muchos
de los bancos europeos (nuestras entidades financieras no habían salido
al extranjero a invertir sino a endeudarse)- no era menos cierto que la
banca española tenía sus propias hipotecas basura.
Eran esos créditos
fáciles conseguidos en el extranjero al amparo del euro los que se
canalizaron a nuestra economía de forma irresponsable y amenazaban en
esos momentos como impagados.
El BE estaba demasiado ocupado pontificando acerca de la reforma
laboral, del incremento de los salarios y del déficit público como para
percatarse de lo que estaba ocurriendo. Según parece, Zapatero afirmó
años después que nadie le había hablado del endeudamiento privado.
Pues
bien, al BE tampoco le debió de hablar nadie del endeudamiento privado,
de que este era tanto o más importante que el público y de que ambos
eran peligrosos si se realizaban en el exterior y en cantidades
desorbitadas. Bien es verdad que esta amnesia se extendía a toda la UE,
que solo se preocupó del déficit público (Pacto de Estabilidad) y
descuidó el déficit exterior. (...)
No es demasiado arriesgado suponer que en la presunta ocultación en que
se quisieron mantener los problemas por los que pasaban nuestras
entidades financieras no era ajeno el hecho de que las cajas de ahorro
estuviesen controladas por representantes de los dos principales
partidos.
En el mundo financiero no era ningún secreto desde el
principio que el mayor problema estaba situado en Caixa Cataluña, cuyo
saneamiento ha sido hasta ahora el más gravoso para el erario público y
cuya presidencia ocupaba Narcis Serra, a la sazón prohombre del PSC,
ministro de defensa y vicepresidente con Felipe González. (...)" (Juan Francisco Martín Seco, República.com, 16/02/17)
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