"(...) Ninguna institución es ajena a la coyuntura histórico-concreta en la
que opera. Estas aparecen como parte integrada de una “época” en cuyo
interior adquieren eficacia. La UE no es una excepción. Fuera de su
“época” una institución no es útil ni eficaz.
La institucionalización y juridificación de la llamada Constitución
económica europea (centralidad del mercado, el pacto de estabilidad, la
disciplina presupuestaria, el sistema de Banco Europeo, eliminación de
las competencias del Estado interventor, etc.) se consolida a partir de
1993 con la aprobación del Tratado de la Unión Europea (TUE), en un
momento de derrota histórica de todas las alternativas sistémicas al
neoliberalismo y con todos los Gobiernos miembros, conservadores o
socialdemócratas, abrazando el dogma neoliberal.
Fue entonces cuando se procede de común acuerdo: 1. A instituir en
los Tratados de la UE los principios neoliberales como pilares sagrados
de la integración a los que se tienen que subordinar los Gobiernos y
ordenamientos jurídicos estatales a raíz del principio de primacía del
derecho de la UE; (...)
Se procede también a blindar estos nuevos
principios mediante el establecimiento de un sistema absolutamente
rígido de modificación de dichos Tratados de la UE. Los dos
procedimientos de reforma existentes de los Tratados, el ordinario y el
simplificado, exigen hoy unanimidad de todos los estados miembros. (...)
A la vez, como Derecho petrificado, el Derecho de la UE tampoco es
útil a los nuevos Gobiernos de izquierdas que puedan surgir. La
imposibilidad de reformar los actuales principios y objetivos básicos
del Derecho primario de la UE al que están subordinados les atan de
manos para implementar otro tipo de política económica que no sea
neoliberal.
En general, cuando un sistema jurídico es incapaz de ser modificado,
de adaptarse y estar en sintonía con las necesidades de sus
destinatarios y, por tanto, de ser útil para ellos, éstos empiezan a
operar al margen de las estructuras formales del mismo. Y esto,
precisamente, es lo que ya han empezado a hacer los grandes capitales. (...)
El estallido de la llamada crisis financiera y la imposibilidad de
varios países (Irlanda, Grecia, Portugal), desde 2009, de sostener la
deuda pública, llevó a la necesidad de tomar medidas urgentes para
facilitar financiación a estos Estados y obligarlos a adoptar programas
de ajuste. Uno de los mecanismos para este fin fue el Mecanismo Europeo
de Estabilidad (MEDE). (...)
El MEDE se constituye como una institución financiera internacional
integrada por los países de la eurozona que, a pesar de tener relaciones
institucionales fuertes con la UE, tiene personalidad jurídica propia y
autónoma y un sistema institucional y de toma de decisiones propio
diferente del de la UE.
Además el hecho de que el MEDE se conforme como una institución
autónoma de la UE permite evitar el requisito de la unanimidad para su
ratificación, entrada en vigor y adopción de decisiones en su interior.
El tratado del MEDE establece un mecanismo propio donde sólo se requiere
los votos de Alemania, Francia, Italia y España para su entrada en
vigor y toma de decisiones.
Vemos pues como la creación del MEDE se inserta dentro de una
estrategia del Capital de desplazamiento y creación de nuevas
estructuras de derecho económico fuera del Derecho de la UE que, al
requerir unanimidad y ante la incertidumbre de que surjan nuevos
Gobiernos que bloqueen la adopción de decisiones en el interior de las
instituciones de la UE, ya no les es útil para llevar a cabo el proceso
de adaptación continuo y dinámico de las normas jurídicas a los
intereses o necesidades cambiantes del Capital.
Este es el escenario en el que la izquierda deberá abordar el debate
sobre el euro y la UE. En él hay dos grandes posicionamientos: o ser
“más papistas que el papa” y continuar defendiendo la pertenencia al
euro y la UE incluso, cuando los mismos grandes capitales se han dado
cuenta que un Derecho de la UE petrificado ya no es útil para adaptar la
estructura jurídica a sus necesidades y han empezado a crear
instituciones de derecho económico externas a la UE para operar de
manera mucho más eficaz desde ellas.
O explicar a la gente que en el interior de un marco jurídico
neoliberal petrificado y sin posibilidad de reforma no se pueden
implementar políticas progresistas y empezar a trabajar con el resto de
la izquierda del sur de Europa para construir un nuevo espacio de
integración monetaria alternativo con capacidad de repudiar parte de la
deuda y renegociar el resto." (Albert Noguera. Profesor de Derecho Constitucional en la Universitat de València. Salir del euro)
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