"Avaricia, provincianismo, cobardía, inmadurez, mentira, incompetencia,
arrogancia. Son sólo algunos de los adjetivos que un memorable reportaje
del semanario alemán Der Spiegel, publicado hace pocos meses, dedicó al Deutsche Bank (https://goo.gl/P5SOQP).
El mayor banco alemán, que durante buena parte de sus 146 años de
historia ha sido la encarnación misma de la ética protestante en el
sistema bancario, se está ahora precipitando hacia un abismo del cual,
al final, sólo podría salvarlo el gobierno de Berlín y, por tanto, los
contribuyentes alemanes. (...)
El 2 de febrero pasado se dieron a conocer los resultados del cuarto y
último trimestre de 2016: 1.900 millones de pérdidas netas. El conjunto
de 2016 ha tenido como resultado, en cambio, 1.400 millones de euros de
pérdidas, lo cual, comparado con los números rojos de los 6.800 milones
de euros del 2015, parece hasta una buena noticia.
Pesan en particular
los gastos congelados, y en parte ya efectivamente desembolsados, por la
implicación en cerca de 6.000 causas legales a escala global. En mayo
de 2016 llegó una multa “record” de 2.500 millones de dólares de las
autoridades estadounidenses y británicas, que acusan al Deutsche Bank de
haber manipulado los tipos de referencia del Libor, Euribor y Tibor,
en los que se basan los costes de los préstamos interbancarios, pero
también las hipotecas nuestras, de los ciudadanos corrientes.
La
marca ha quedado, sin embargo, pronto superada: en vísperas de Navidad
pactó el pago de 7.200 millones de dólares con el Departamento de
Justicia norteamericano para cerrar el capítulo de las sanciones sobre
títulos garantizados por las hipotecas subprime, las grandes
protagonistas de la crisis financiera que estalló en 2007-2008, de la
cual estamos pagando todavía las consecuencias. Apenas se difundió la
noticia del pacto, las acciones del Deutsche Bank subieron un 4% en
pocas horas. Los mercados, se dice, “han lanzado un suspiro de alivio”.
Dos meses antes, de hecho, las autoridades de los EE. UU. habían
amenazado con una sanción de 14.000 millones de dólares que el banco no
habría podido pagar de no haber sido justamente mediante una
intervención estatal in extremis de compleja actuación, dada la
inminente campaña electoral para las generales de septiembre de 2017 y
las nuevas reglas europeas sobre rescates bancarios.
Los percances
del coloso bancario alemán continúan sin pausa también con el nuevo
año: el 31 de enero llegó una nueva multa, por un total de más de 630
millones de dólares, de las autoridades norteamericanas y británicas por
haber permitido a clientes rusos reciclar cerca de 10.000 millones de
dólares, transfiriéndolos a Gran Bretaña y de allí a Chipre, a Estonia,
Letonia y otros países.
No hay paz, por tanto, bajo las dos torres
gemelas de Frankfurt. Pero ¿por qué? ¿Cómo ha sido posible todo esto?
La meticulosa reconstrucción histórica del Spiegel identifica
sobre todo un periodo en el cual, dentro del banco, algo hay que se
rompió para siempre: los fabulosos años noventa, cuando el banco comenzó
a avergonzarse de ser alemán, provinciano, de Wolfsburg, Munich,
Stuttgart o Nuremberg y quiso actuar a la americana, ganarse un sillón
en primera fila en Wall Street, disputar los primeros puestos del mundo
en el trading de instrumentos financieros a colosos como Goldman Sachs o Morgan Stanley.
(...) el Deutsche Bank se ha transformado progresivamente en un comisionista
de títulos cada vez más complejos, al igual que los gigantes americanos,
pero sin tener ni la historia ni los recursos humanos para ello. A
medida que se han acercado al Olimpo de las finanzas internacionales,
los directivos del banco se han visto cegados por sus mismas ambiciones y
anestesiados por decenas de millones de euros en incentivos.
Al podio
internacional de la banca de inversión nunca se han subido o se han
aupado sólo brevemente. Ahora, la suerte está echada y no se puede
volver atrás. El Deutsche Bank camina como un zombi en medio del vado,
entre un sueño americano que se ha convertido en una pesadilla y una
supremacia alemana como banco para sostén de las empresas de la que no
queda más que un bonito recuerdo.
En la panza tiene el zombi 46.000
millones de derivados, 12 veces el producto interior bruto de Alemania.
En realidad, explica el banco e informa el Financial Times (https://goo.gl/ye76it),
sólo una pequeña parte de estos títulos sería peligrosa. Se trata de
los llamados activos de Nivel 3, sin liquidez al no poder valorarse en
precios de mercado.
Tendrían un valor en conjunto de 31.000 millones de
euros, nada comparado con los 46.000 millones de dólares totales, pero,
así y todo, equivalentes al 70% del patrimonio “core” del banco. En
realidad, nadie sabe valorar con certeza cuánto valen verdaderamente los
derivados del Deutsche Bank. Y no sólo los del Nivel 3. (...)
Entretanto, el banco va pasando con todos los parabienes una prueba de
“stress” europea tras otra, logrando a contabilizar – gracias a las
ayuditas del BCE y a operaciones no ultimadas todavía, como la venta de
una cuota de 4.000 millones de euros a la banca china Hua Xia (https://goo.gl/i6sRKZ).
Y en cualquier caso, es conocido, las pruebas de “stress” son para los
créditos, no para la montaña de derivados u otros títulos más o menos
tóxicos en el balance (https://goo.gl/6fGq7M).
El Deutsche Bank zombi podrá continuar presentándose a los exámenes
europeos sin que nunca le pregunten el capítulo que no se ha estudiado.
Los clientes y los mercados ya lo han suspendido desde hace tiempo." (Mauro Meggiolaro
, Sin Permiso, 10/04/2017)
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