“Coinciden los expertos económicos”. Es una de las frases predilectas de
los periodistas que escribimos artículos como este. Y, últimamente, los
expertos coinciden en algo un poco inquietante. Al menos para ellos:
nadie les hace caso. (...)
Los expertos pierden su influencia y el establishment económico y
político advierte sobre una ola alarmante de populismo. Pero, para los
jóvenes autores del nuevo libro Econocracy: el peligro de dejar a los
expertos (Manchester University Press, 2017), el problema estriba en la
desconexión radical entre una ciudadanía, que ni tan siquiera entiende
el lenguaje elemental de la economía, y una tecnocracia formada en
facultades que sólo enseñan un esotérico pensamiento único. En concreto,
las teorías de la escuela neoclásica, un modelo económico que, pese a
estar escondido en una densa niebla de ecuaciones algébricas, es tan
ideológico como cualquier otro.
Para Joe Earle, Cahal Moran y Zach
Ward-Perkins, todos activistas de un nuevo movimiento estudiantil, que
cuenta ya con grupos en 14 universidades británicas y unas cuantas en
Europa, la crisis de los expertos hasta puede ser motivo de celebración.
“Se está dando un contragolpe a los expertos debido al fracaso de una
forma muy centralizada de entender lo que son las ciencias económicas y
la economía”, dice Moran, de 26 años, que cursa un posgrado en ciencias
económicas en la Universidad de Manchester.
Este innovador y atrevido
movimiento estudiantil, que nació en el 2012 con la creación del grupo
Post crash economics en Manchester –casualmente, la cuna del capitalismo
industrial–, se ha extendido por las diversas universidades británicas y
en el resto de Europa.
Son rebeldes pero cuentan con el apoyo
moral de economistas de prestigio como Andy Haldane, el economista jefe
del Banco de Inglaterra; Ha Joon Chang de Cambridge; Robert Skidelsky,
el biógrafo de John Maynard Keynes; Ann Pettifor, autora de La
producción del dinero; el lingüista Noam Chomsky y Martin Wolf, gurú
macroeconómico del Financial Times.
Los estudiantes, ya incorporados a
la campaña Rethinking economics, (replanteando las ciencias económicas)
reivindican la pluralidad en la enseñanza de la disciplina, mediante la
incorporación al currículo de una amplia gama de teorías heterodoxas y
ortodoxas, desde la austriaca a la keynesiana, feminista a ecológica,
actualmente excluidas.
Abogan también por la democratización de la
economía mediante programas populares de alfabetización económica.
Según encuestas que el grupo de Manchester realizó en colaboración con
la firma de sondeos Yougov, la mayoría de la población británica no
entiende conceptos básicos de la economía como el PIB o la inflación.
“Mediante programas de educación, hace falta formar ciudadanos
economistas” –sostienen– dotados de suficientes conocimientos como para
cumplir con el consejo de la famosa economista keynesiana de la
Universidad de Cambridge, Joan Robinson: “Conviene estudiar ciencias
económicas para evitar que los economistas te engañen”.
En
España, ya existen iniciativas de este tipo. En la Universidad de
Barcelona se ha creado un grupo de estudiantes que exigen mayor
pluralidad en la enseñanza. Asimismo hay diversas iniciativas de
formación ciudadana en las ciencias económicas.
“No deberíamos dejar
esto en manos de expertos que utilizan una jerga precisamente para
ahuyentar a la gente”, dice Ricardo Záldivar, catedrático de la
Universidad Carlos III de Madrid que participa en una serie de programas
de formación económica popular.
Al cuestionar el papel de los
expertos, no se debería caer en la trampa de menospreciar los
conocimientos en sí, advierte Moran. “Este es un mundo complejo y haca
falta la pericia pero no hay un solo punto de vista económico”,
recuerda. (...)
Ahora bien, la influencia de los expertos no sería tan grave si
existiera una pluralidad de ideas en las facultades donde se forman.
Pero “los expertos del futuro sólo aprenden una sola perspectiva (la
neoclásica) como si no hubiera otras”, advierten los estudiantes.
En los
exámenes de fin de carrera, el 76% de las preguntas no exige
pensamiento crítico o independiente, según sus investigaciones en las
universidades británicas. En la emblemática London School Economics,
cantera de un ejército de “expertos” globales, unos cuantos de ellos en
España, hay aún menos incentivos para pensar críticamente.
Las
“ciencias económicas son un método de adoctrinamiento”, sentencian. Tras
empezar sus carreras universitarias justo después del colapso del
sistema financiero en el 2008, los estudiantes de Manchester confiaban
en que en algún momento sus profesores les hablarían de las causas y las
consecuencias de la crisis. Pero “a mitad de la carrera nos dimos
cuenta de que nuestra espera era en balde”.
Las consecuencias de
la brecha entre una tecnocracia versada unicamente en la economía
neoclásica y una masa de gente que no entiende nada acaba de ponerse de
manifiesto de forma explosiva. Más que un rechazo a Europa en sí, “el brexit
es una reacción contra el gobierno de tecnócratas y la econocracia”,
asegura Joe Earle, otro de los autores.
“Pone de manifiesto la
distanciamiento entre élites normalmente metropolitanas, dueños del
lenguaje de las ciencias económicas, y el resto del país que se siente
excluido y busca otro lenguaje, el del nacionalismo y soberanía”.
El brexit
no sólo revela el fracaso de los expertos, sino también de sus
conceptos e indicadores. Por ejemplo , el uso insistente de medidas
estadísticas nacionales. Londres y el sudeste, las únicas regiones
inglesas que votaron a favor de la UE, también son las únicas cuyo PIB
per cápita es mayor ahora que antes de la crisis financiera. En el resto
del país, se sigue por debajo del nivel del 2007. “Si no vives en
Londres ¿por qué te va a interesar lo que los expertos dicen del
crecimiento del PIB?” se pregunta Cahal. Y en eso estamos." (Andy Robinson , La Vanguardia)
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