26.4.17

Marine Le Pen, la candidata de los obreros... cousas veredes

"Aunque se ha hablado poco aún de ello, la relación entre el Frente Nacional de Marine Le Pen y los sindicatos resulta fascinante. Y muy reveladora de las turbulencias que han sacudido el antiguo espacio de la izquierda. La crisis del mundo del trabajo y de los sindicatos franceses ha abierto una oportunidad para la intervención de la extrema derecha. 

El FN ha aprovechado un vacío con la convicción de que, si un terreno queda yermo, alguien vendrá en algún momento a ocuparlo, esto es, a politizarlo. La formación lepenista busca desde hace dos décadas situarse como un actor relevante en ese entorno y dar salida --respuesta-- al sentimiento de abandono y fragilidad que percibe buena parte del mundo obrero francés, a la sensación de estar en el alambre.  (...)

Si hoy la líder ultraderechista es tan popular entre los obreros es gracias a una estrategia comunicativa exitosa y con buenos resultados electorales a nivel local. La autodenominada “candidata del pueblo” es también, a juzgar por las encuestas[1], la “candidata del mundo obrero”. Le Pen obtiene un 44% de intención de voto entre este colectivo, frente al 16% de Emmanuel Macron, el 14% de Jean-Luc Mélenchon, el 12% de Benoît Hamon o el 9% de François Fillon. 

 Es una distancia sideral que la catapulta casi hasta la ‘mayoría absoluta’ entre ese grupo de trabajadores. La línea es ascendente desde finales de los años ochenta, excepto en el pequeño paréntesis que supuso la elección presidencial de Nicolas Sarkozy (...)

Los resultados de Jean-Marie Le Pen en la elección presidencial de 1995 sorprenden por completo a la sociedad francesa: el candidato ultraderechista logra un 21% de apoyo entre los obreros. Ni el Partido Socialista, que aún en 1988 aglutinaba el 59% del voto obrero, ni el Partido Comunista (PCF), que durante tres décadas, 1945-1975, había capitalizado el voto entre las clases populares, eran ya los partidos mayoritarios en el mundo del trabajo. El Frente Nacional se convierte ya entonces en el “primer partido obrero de Francia”, tras la abstención.  (...)

Uno de los estudios más conocidos de la época fue el del politólogo Pascal Perrineau, quien describió el fenómeno como “izquierdo-lepenismo”, subrayando la fuerte implantación de la extrema derecha en los antiguos bastiones del Partido Comunista y las transferencias de voto entre la izquierda y el nacionalismo radical. 

Posteriormente Nonna Mayer matizó esta descripción hablando de “obrero-lepenismo” para recalcar que no se trataba tanto de un traspaso directo de votos desde la izquierda a la extrema derecha, sino de una mutación compleja del mundo obrero que, por un lado, había dejado de interesarse en la política y donde, por tanto, los individuos de derecha (que siempre habían existido) pesaban proporcionalmente más. No es que el obrero tradicionalmente de izquierdas se hubiera hecho de derechas, sino que había dejado de votar.

 Y al mismo tiempo, las nuevas generaciones de obreros ya no se sentían tan vinculadas a las organizaciones y partidos de izquierda. Todo ello, unido a la existencia de obreros que siempre votaron a partidos conservadores, había contribuido a una derechización del mundo del trabajo. (...)

A partir de 2011, la formación ultraderechista alienta la entrada de sus militantes en las organizaciones sindicales y hace propaganda de ello con el objetivo de asentar una vieja idea a la que el partido llevaba dándole vueltas desde 2009: reclamarse herederos de las grandes figuras de la izquierda y del sindicalismo francés.

 “Jean Jaurès sería hoy del Frente Nacional”, “Georges Marchais votaría hoy por nosotros”, vienen a decir. O, como sostuvo el vicepresidente del partido, Florian Philippot, en agosto de 2016: “Nos reconocemos en los avances sociales y el espíritu de modernidad del Frente Popular de Léon Blum”.

 Vampirizar todos los episodios nacionales de alto contenido simbólico. Esa es la estrategia empleada por el nacionalismo atrapalotodo de Marine Le Pen. Y hacerlo además desde una perspectiva transversal: de Léon Blum a Charles de Gaulle, pasando por Victor Hugo, Jules Ferry o la memoria de la Resistencia.  (...)

El Caso Engelmann conmocionó a la CGT al descubrir que en ciertas regiones del norte y del este del país existía una corriente creciente de simpatía hacia el Frente Nacional entre sus afiliados. (...)

Pensemos que en estos últimos años la candidata del FN se permite lamentarse en público por el bajo nivel de sindicación en Francia. “Me entristece el doloroso espectáculo de la infrarepresentatividad profesional de los sindicatos, pues esta es justamente una de las causas principales del abandono del mundo del trabajo frente a todas las amenazas que pesan sobre él: deslocalizaciones, dumping social, capitalismo financiero y desindustrialización”, afirmó en un comunicado de prensa el 18 de abril de 2012.

El ‘nuevo’ Frente Nacional hace guiños al mundo del trabajo para dañar y poner en contradicción a los partidos y sindicatos de izquierda. Y además usa el sindicalismo como cantera o escuela de formación de futuros concejales y alcaldes en el este y el norte del país. De hecho, Fabien Engelmann es alcalde de la ciudad de Hayange, en pleno corazón industrial de la región de Lorena.

Todo este trabajo que el Frente Nacional ha realizado desde los noventa sigue dando sus frutos. Hay toda una generación obrera socializada en la simpatía o, al menos, la permisividad hacia el FN. “En nuestra fábrica se elige a Mélenchon o a Le Pen según la confesión religiosa de cada uno”, confesaba, por ejemplo, Emilie, trabajadora temporal en el gigante automovilístico PSA en un reportaje reciente del diario Libération

Y después para justificarse añadía que la Francia multicultural era “bella de lejos, pero dura de cerca”. Hoy el FN es tan fuerte en el mundo obrero como lo fue el Partido Comunista francés en sus mejores años.  Si hoy Marine Le Pen ronda el 40% de intención de voto en este colectivo, Jacquese Duclos, candidato del PCF a las elecciones presidenciales de 1969, no sobrepasaba el 33%.

Hay, sin embargo, algún pequeño signo de esperanza. Tras el primer debate televisado en Francia entre los cinco principales candidatos a finales de marzo, Mélenchon experimentó una subida de 7 puntos de intención de voto entre los obreros, mientras que Marine Le Pen bajaba 4.  (...)

El candidato de La France Insoumise ascendía entonces al 21% de apoyo obrero mientras que la candidata nacionalista se quedaba en el 40%. La distancia, no obstante, sigue siendo amplia. Las acusaciones de “globalizador” e “inmigracionista” que la extrema derecha suele lanzar sobre Mélenchon y el conjunto de la izquierda siguen pesando mucho sobre el electorado más popular. 

También las de haber traicionado y abandonado a este mundo; o, al menos, haberlo relegado a la última de sus prioridades. La izquierda tiene por delante una tarea de reconquista que requerirá tiempo y que empezará sin duda por tomarse al FN en serio."                  (Guillermo Fernández Vázquez, CTXT, 21/04/17)

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