"Hace unos días, en un edificio muy próximo al mío, aparecieron
pancartas. Cubrían los balcones y parte de la fachada. Algo raro en esta
zona, el Eixample Dreta, en las inmediaciones de la Sagrada Familia:
barrio normal, aburrido de noche, familiar de día, lleno de ferreterías,
panaderías, fruterías, viejos y viejas, pura clase media.
Es
infrecuente que un bloque de viviendas de este barrio lance mensajes
como los de esas pancartas: “No nos marchamos. Vivimos aquí. Esta es
nuestra casa”. ¿Qué está pasando aquí?
Pilar, enfermera de
cincuenta y tantos años, toma una cerveza fresca en la terraza que hay
delante del portal. Al verme llamar a los timbres y preguntar al portero
de la finca, recela: “No te va a abrir nadie”. Me acerco a ella. ¿Vives
aquí? “Sí”.
Pero qué pasa, ¿estáis en guerra? “Pues más o menos”.
Cuando me he tomado una cerveza con ella y hemos conversado un rato
puedo decir que sí: este edificio está en guerra contra la especulación
de una nueva burbuja inmobiliaria. Habrás oído hablar de ella si vives
de alquiler en una gran ciudad.
Ejemplo tonto: Andrea y yo
alquilamos un piso recién reformado en julio de 2016. De inmediato
empezó en el piso contiguo una obra de reforma. Cuando terminó la
reforma y pusieron el piso en alquiler, supe que mis vecinos de rellano
pagan casi el doble que nosotros. Habían pasado seis meses entre la
firma de nuestros respectivos contratos.
Aquí y allá proliferan
otros testimonios. Te enteras de que unos amigos abandonan un barrio
periférico para marcharse a una ciudad dormitorio porque la empresa
dueña del edificio no les quiere renovar el contrato. Oyes hablar de
prácticas matonas, como el acoso a los vecinos de un edificio cercano,
unos abuelos que se negaron a aceptar la oferta de la promotora y desde
entonces se despiertan cada noche porque un dedo se lía a timbrazos a
las cuatro de la madrugada.
Y algo mucho más misterioso: ejércitos
de guiris que expanden sus madrigueras en una ciudad donde el
ayuntamiento es muy reticente a conceder licencias para pisos
turísticos. E inmobiliarias que aparecen por todas partes con los
carteles del escaparate escritos en inglés.
¿Qué está pasando en
Barcelona? Y más importante: ¿pasa solo en Barcelona? El precio medio de
los alquileres en España ha subido entre un 10% y un 15% en el último
año, pero la cifra se dispara en ciudades de interés turístico. En
Barcelona han abierto sus puertas desde 2015 más de 1.000 promotores
inmobiliarios según publicaba ‘El Periódico de Catalunya’.
Este diario
explicó también cómo operan las grandes empresas dedicadas al nuevo
filón especulativo. Puro capitalismo de casino:
Una gran
promotora, por ejemplo MK Premium, compra un edificio a sus antiguos
propietarios. Se lo vende a otra promotora, que empieza las reformas, y
que a su vez lo vende a una tercera, que acomete la tarea de vaciar las
viviendas que queden habitadas.
¿Cuáles quedan habitadas? Las rentas
antiguas, normalmente aprovechadas por ancianos, y los contratos
indefinidos. De echar al resto de los vecinos se ha encargado, a esas
alturas, el límite de tres años de duración de los contratos firmados
tras la promulgación de la ley de alquiler del PP.
Con quien
resiste, estas empresas están usando una nueva táctica que podríamos
llamar desahucio trilero: la nueva propietaria del piso donde vives no
te coge el teléfono ni te responde a los ‘emails’. Nadie te da el nuevo
número de cuenta, no puedes pagar el alquiler ni aunque quieras, y
cuando menos te lo esperas, te llega el burofax. Suena a novela negra
pero en Barcelona está ocurriendo tal cual. Así han sido desahuciados
ancianos y mujeres embarazadas.
De esta forma se explica que
barrios pacíficos, previsibles y burgueses estén cubriéndose de
pancartas propias de casas okupas. Cuelgan de los balcones de abuelas,
oficinistas, policías, médicos, estanqueros, dependientes, diseñadores…
Gente normal y corriente, trabajadores como Pilar.
Apura la
cerveza y pone otro ejemplo: “Aquí vive una señora de 90 con su marido,
que el pobre va con andador. Cuando recibieron el burofax, supimos que
teníamos que organizarnos. Esto que nos está pasando a nosotros le puede
pasar a cualquiera. La próxima okupa puede ser tu madre. Hay que
organizarse para que esto se detenga. Nosotros tenemos abogados y de
aquí no nos van a echar”. (JUAN SOTO IVARS , El Confidencial, 21/06/17)
No hay comentarios:
Publicar un comentario