"Con la quiebra técnica del Banco Popular,
y su posterior adquisición por el Santander, la crisis del sistema
financiero español enseña de nuevo la patita. ¿Y la europea? Pues
también. La transferencia de la supervisión bancaria del Banco de España
al Banco Central Europeo (BCE) –léase transferencia de soberanía–
desmiente el endémico y atávico desastre español, resituando el problema
en una dimensión más amplia que nos devuelve a una España, la de hoy y
la de ayer, perfectamente integrada en el sistema europeo de división
nacional del trabajo.
El hecho apunta al
corazón del asunto. Por eso duele tanto que haya pasado sin pena ni
gloria por delante de todos, sin alterar la cotidianeidad política de la
corrupción y el autorreferencial brindis al sol de la política
institucional.
El silencio se impone, aunque nos silben los oídos con la
comparecencia del Supervisor Único del BCE en el Congreso. Las
desventuras del Popular dicen tanto de nuestro presente que bien
haríamos en concederle una atención a la altura (...)
El Banco Santander se ha hecho, de la noche a la mañana, con el quinto banco por el valor de sus activos. Esto lo convierte –todavía más– en un monstruo ‘demasiado grande para dejarlo caer’, intensificando dulcemente el proceso de concentración financiera en unas pocas y privadas manos (las cinco principales entidades del país han pasado de poseer el 31,4% del mercado en 1997 al 61,8% en 2016).
A la concentración
hay que sumar la práctica desaparición de la banca pública, a pesar de
la entrada masiva de recursos de todos en el sector financiero desde el
comienzo de la crisis. Las cajas de ahorro han sido las grandes paganas
de la estafa financiera, asumiendo el desprestigio de estos años –más
por públicas que por bancas– y sirviendo de coartada para la
reestructuración del sector, un auténtico expolio que amplía la
sobredeterminación económica de la democracia.
Los costes para el
Santander van a ser irrisorios comparados con los beneficios de
semejante operación. Para empezar, su acrecentado carácter sistémico lo
protege de futuras perturbaciones (que van a venir), aun a pesar de la
asunción de la gigante deuda procedente del ladrillo que acumula el
Popular, constituyéndolo como un ineludible filtro de la toma de
decisiones político-financieras. El Banco de Santander es el auténtico
Banco de España.
¿Hay una
alternativa? La verdad, parece difusa. Esta pasaría por la recuperación
del control del sistema financiero por parte de los poderes públicos.
Pero, ¿no se hace eso ya? Sí y no. Los límites entre lo público y lo
privado han perdido solidez con el paradigma de la gobernanza
neoliberal. Todo funciona –en un ambiente ideológico que clama
transparencia– con una opacidad cercana al negro. Lo hemos visto con la
rápida oferta del Santander por el Popular. Es evidente que Botín
contaba con información privilegiada, lo que le permitió “acordar” la
fórmula más beneficiosa.
Si los límites se
han desdibujado, la cotidianeidad política de estos días contribuye al
baile de máscaras. Mientras se discute la plurinacionalidad del país,
los movimientos financieros atraviesan las fronteras sin control. Esta
es justamente la función del BCE, es decir, la garantía del descontrol
que posibilita la enajenación de la democracia a manos de instancias
inelegibles.
Hoy se hace urgente
devolver la mirada a Europa, asumiendo que responder a la pregunta de
qué Europa queremos pasa por atender a las crisis locales de cada uno de
los Estados Miembro. Cada una de ellas es una oportunidad para
transformar la soga en el cuello del ahorcado que ha devenido la Unión. Y
la próxima estación se llama “Alemania”: el centro del Centro." (Víctor Prieto Rodríguez, El Salto.net, 22/06/17)
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