"Miles de pancartas, de esas artesanales, salieron ayer a la calle en toda Francia con el mismo mensaje: “Soy un vago”. Espontáneamente, la palabra fainéant se colocó en el centro de la protesta, avisando de que ésta ya no es sólo sindical, sino popular en el más genuino sentido de la palabra.
“Los vagos tomamos la calle”, rezaba el cartón que paseaba
un joven ayer en el boulevard Diderot. “Que se vaya: vago, cínico y
extremista”, decía la pancarta de un jubilado que incluía la foto del
presidente. “Nunca seremos winners, tonto”, proclamaba la que
llevaban unos estudiantes, en letras azules sobre fondo de tela blanco.
“Vagos” y “cínicos” por doquier. Y es que Macron ha ofendido a muchos.
Fue el viernes pasado, en un discurso ante la comunidad
francesa en Atenas, donde se encontraba de visita. Macron dijo: “Tendré
una determinación absoluta y no cederé nada, ni a los vagos, ni a los
cínicos ni a los extremistas”. Esa declaración ha sido leída como un
insulto arrogante a quienes se oponen a su política y no ha gustado
nada. Sobre todo porque llueve sobre mojado.
El ahora presidente ya destacó como ministro de Economía de
Hollande por algunas declaraciones despectivas hacia los de abajo.
Caracterizó como “analfabetas” a las trabajadoras de una empresa
bretona.
Luego les dijo a unos parados que si querían comprarse un traje
como los que él lleva no tenían más que trabajar. El que fracasa, el
que es pobre, quien gana poco, es porque no espabila, era el mensaje.
Más tarde, ya como presidente, soltó, al describir a la gente que te
cruzas en una estación de tren, aquello de “gente que triunfa y gente
que no es nadie”.
Todas estas declaraciones revelan la misma mentalidad de triunfador, de
“niño mimado”, en palabras del economista Jacques Sapir, una “arrogancia
de meritócrata”, según el sociólogo Emmanuel Todd, y, en definitiva,
una torpeza de quien se siente muy seguro de sí mismo porque nunca ha
fracasado en sus propósitos y se cree imbuido de unas razones que no
todo el mundo alcanza a comprender. (...)
Los colaboradores de Macron han tenido que apagar el
incendio con improvisadas explicaciones. El ministro portavoz,
Christophe Castaner, así como el viceministro de Economía, Benjamin
Griveaux, han coincidido en decir que lo de “vagos” no iba dirigido a
los franceses. Según el primero, Macron se refería más bien a sus
predecesores –Hollande, Sarkozy y Chirac–, pero según el segundo, el
presidente pensaba más bien en personas como el líder de la izquierda,
Jean-Luc Mélenchon.
“Los vagos, cínicos y extremistas son quienes a lo largo de
treinta años lograron que este país no se moviera ni fuera capaz de
realizar reformas difíciles”, esas reformas que tanto desagradan a los
franceses, según otra famosa declaración de Macron, ésta en Rumanía, el
24 de agosto, en la que calificó a Francia como país “no reformable”.
“Mi ‘vagos’ se refería a todos aquellos que piensan
que no hay que moverse en Francia ni en Europa”, ha dicho el presidente
alertando contra “falsas polémicas”. Pero el asunto ya ha llegado a las
pancartas, como los famosos brioches de María Antonieta. Y es peligroso
porque retrata un estado de ánimo." (Rafael Poch, La Vanguardia, 13/09/17)
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