"Puta, sindicalista y feminista. Georgina Orellana es la secretaria general de la Asociación de Mujeres Meretrices de Argentina (AMMAR),
un colectivo reconocido por la Central de Trabajadores de la Argentina
que agrupa a más de 6.000 trabajadoras sexuales.
Su objetivo: conseguir
el reconocimiento institucional de su profesión. Hablamos con Georgina
en la sede en Madrid de Hetaira, colectivo en defensa de los derechos de
las trabajadoras del sexo.
Lo primero que me llama la atención es que AMMAR está reconocida como parte del movimiento sindical.
Sí. AMMAR es una organización
que ya lleva 22 años y desde sus inicios se integró en la Central de
Trabajadores y Trabajadoras de la Argentina, que tiene un nuevo modelo
sindical que permite nuclear, no solamente aquellos trabajos que están
reconocidos por el Estado, sino también todos los movimientos sociales
que luchan precisamente contra la precarización laboral, contra los
marcos ilegales, por acceder a derechos laborales.
Las trabajadoras
sexuales estamos nucleadas en una central obrera y somos parte de la
cotidianidad de estar todo el tiempo con otros sindicatos, con otros
trabajadores y trabajadoras. Tenemos un camino reconocido en el mundo
sindical argentino.
Nosotras, más allá de que nuestro país no reconozca
nuestro trabajo como un trabajo, ya ganamos mucho espacio cuando la CTA
[Central de Trabajadores de la Argentina] nos reconoció como
trabajadoras.
¿El Gobierno argentino os tiene también como un agente interlocutor?
No, nuestra lucha es justamente esa. En Argentina el
trabajo sexual no está contemplado como un delito pero en los últimos
años se han aprobado muchas normativas, leyes y ordenanzas para combatir
la trata de personas que equipararon nuestra actividad con la trata y
con las que se han prohibido ciertas modalidades del trabajo sexual.
Han
prohibido el trabajo sexual en pisos, en whiskerías, en cabaret. Han
prohibido también la oferta de trabajo sexual en medios de comunicación.
Muchas de nuestras compañeras han tenido que generar otros mecanismos
para seguir trabajando, de manera mucho más precaria y mucho más
clandestina, porque no pueden publicar sus servicios en los clasificados
de los diarios.
Su alternativa son los volantes en la vía pública, pero
eso también ha generado que una parte del movimiento feminista que
considera nuestro trabajo como una actividad que violenta el cuerpo de
la mujer haya hecho campaña para estigmatizar esa forma de trabajo.
Todas estas ordenanza y leyes que han salido adelante lo han hecho
impulsadas por el feminismo abolicionista. Nuestras voces no fueron
escuchadas y no fuimos parte de las mesas de discusiones.
Frente al feminismo abolicionista, vosotras también
os consideráis feministas y estáis reconocidas por buena parte del
movimiento feminista argentino.
Tenemos un reconocimiento a nivel social y dentro del
feminismo que hemos logrado a través de los años, cuando comenzamos a
incidir, entendiendo que el feminismo también nos pertenece, que también
las trabajadoras sexuales somos feministas.
El feminismo históricamente
ha excluido a ciertos sectores, no solamente a las compañeras
lesbianas, negras, musulmanas o a las compañeras trans, sino que también
hay una historia de exclusión dentro de los feminismos hacia las
prostitutas.
La gran batalla que damos ahí es marcar la agenda, que
nuestras voces sean escuchadas, interpelar al feminismo que no nos
reconoce como un sujeto de derechos para que se comprenda que, más allá
de que cada una pueda tener una posición sobre la prostitución,
abolicionista o a favor del reconocimiento de derechos, lo importante es
que el sujeto debe decidir por sí mismo.
Creemos importante que, cuando
se despliegan políticas punitivas o políticas públicas sobre un sector,
sea ese sector el que tenga que decidir, no que otros hablen por él.
Ese es el feminismo que nosotras defendemos, la principal ética
feminista en torno a la autonomía de las mujeres.
Ahora os enfrentáis a la represión que se deriva,
desde 2012, de la nueva Ley de Trata, pero vuestra reclama es la
regulación de la profesión.
Nosotras lo que comprendemos es que la prostitución
sí está regulada por el Estado, pero de una manera punitiva. Nuestra
lucha es que se regule desde el derecho laboral.
¿Y hay algún modelo que consideréis más positivo?
Son muy pocos los países que tienen regulado el mercado sexual. Hemos profundizado en cada modelo, hablado con colectivos de trabajadoras sexuales, y con el que más sentimos empatía es con el modelo de Nueva Zelanda, pero también entendemos que cada país tiene su propio contexto socio económico.
No es lo mismo Nueva Zelanda que
Argentina, aparte de que son países con marcos legislativos y sociedades
distintas. En nuestro país hay que seguir dando la batalla cultural más
allá de que tengamos leyes de vanguardia, como la del matrimonio
igualitario o la de igualdad de género. Hay otras que nos tienen como
protagonistas a las mujeres que todavía están pendientes: una es el
aborto, otra es el trabajo sexual.
Lo que hicimos fue preguntarnos a nosotras mismas de
qué manera queremos que el Estado reconozca nuestros derechos. No
hablamos de un modelo reglamentarista, tampoco hablamos de un modelo de
regulación.
Hablamos de un reconocimiento de derechos. No queremos que
el Estado intervenga al 100% en nuestra vida, queremos tener autonomía
en el trabajo sexual, pero entendemos que el Estado tiene que estar
presente con derechos y garantías, garantizar que tengamos acceso a la
obra social, al aporte jubilatorio, a vivienda, a la educación para
aquellas compañeras que no han tenido la posibilidad de terminar la
Primaria y Secundaria.
También entendemos que las compañeras deben poder
trabajar sin ser perseguidas por las fuerzas de seguridad, sin tener que
pagar coimas [sobornos] o cánones a la policía
para que les dejen trabajar tranquilas, y hablar también de un marco de
descriminalización.
En Argentina tenemos muchas leyes que criminalizan
ciertos espacios: la vía pública, los avisos clasificados, los lugares
de alterne, los pisos. Creemos que debe haber una discusión con esas
legislaciones y debemos ser nosotras las que estemos sentadas ahí y
podamos decidir de qué manera queremos trabajar, respetando que el
mercado sexual es muy amplio y hay muchas modalidades, y la ley que
queremos llevar adelante tiene que ser inclusiva.
¿Puedes contar más sobre el modelo de Nueva Zelanda?
Es un modelo que se considera 'neorregulacionista' y
que incluye políticas públicas para las trabajadoras sexuales, el
impulso de cooperativas para que las trabajadoras puedan agruparse y
trabajar de manera autónoma. También la creación de una mesa de diálogo
para tratar mejoras a la ley en la que estén incluidas las trabajadoras
sexuales.
Es una ley pensada para beneficiar a las trabajadoras
sexuales. En otros países, las leyes van más en beneficio de las
terceras partes, de los empresarios. En cambio el modelo
neorregulacionista de Nueva Zelanda tiene más una perspectiva de
derechos laborales para las trabajadoras sexuales.
Entonces no es una ley que beneficia a los prostíbulos.
No. Aparte, crea la posibilidad de que el Estado
pueda otorgar créditos para que las trabajadoras sexuales puedan crear
una cooperativa.
Pero, con Mauricio Macri gobernando Argentina desde
2015, la situación no parece muy propicia para conseguir este
reconocimiento. ¿Ha empeorado la situación que vivís desde que comenzó
su gobierno?
Desde que está gobernando ha desplegado políticas
neoliberales y arrasado con muchas políticas públicas que fueron
conquistas por el movimiento de mujeres, por el movimiento feminista y,
sobre todo, por la clase trabajadora.
La violencia hacia nuestro sector
se ha recrudecido. Hay más persecución policial hacia las trabajadoras
sexuales. Hay una disputa sobre quien puede hacer uso del espacio
público y quien no, donde quedamos fuera las trabajadoras sexuales, las
trans, todas aquellas que pertenecemos a los sectores populares, los
migrantes.
Dieron más capacidades a a las fuerzas de seguridad para que
puedan tomar acción contra nosotras, amparados en discursos xenófobos,
transfóbicos y putofóbicos. Hay detenciones arbitrarias por no portar
DNI, por averiguación de antecedentes a partir de importación de
rostros. No es lo mismo ser blanca que ser negra… Todo eso ha vuelto de
nuevo, y hay al menos una parte de la sociedad que apoya echar a los
migrantes, no quieren a las travestis, no quieren a las putas... quieren
un espacio público “limpio”.
Claramente sabemos que este no es un contexto
propicio para poder impulsar leyes como las que reivindicamos, cuando la
gran mayoría de actividades diarias de la militancia se basan
justamente en eso, en defender que nuestras compañeras no se vayan
presas, que ninguna compañera trabajadora sexual migrante sea
expulsada,en ayudar a que las compañeras puedan hacerse su
documentación. Nosotras somos las primeras que intervenimos ante una
detención arbitraria en las comisarías y también pedimos colaboración de
otros sectores de movimientos sociales para que también puedan
visibilizar la problemática.
Ahora se está discutiendo una reforma laboral, pero
nosotras estamos en un escalón mucho más abajo: no tenemos reconocido
nuestro trabajo, trabajamos en la clandestinidad, perseguidas por la
policía, estigmatizadas por una parte de la sociedad, excluidas por una
parte del feminismo, y ahora hay una reforma laboral que viene a arrasar
con los derechos que la clase trabajadora ya había conquistado, así que
no es un momento propicio para pedir cambios de leyes.
Pero sí es un
momento propicio para, desde la resistencia, hacer alianzas con sectores
del movimiento feminista, del movimiento de mujeres, del movimiento
sindical, y hacerles comprender que las trabajadoras sexuales somos
parte de la sociedad y también abrazamos otras causas que nos interpelan
y nos pertenecen.
También es buen momento para poner sobre la agenda,
sobre todo del kirchnerismo, que estuvo 12 años en el gobierno y
desplegó unas leyes prohibicionistas sobre nuestro sector, que hoy han
dejado a un gobierno liberal todos esos dispositivos estatales en
bandeja y es por eso que ahora se despliega una mayor violencia.
Encontrarnos en la calle con los movimientos que apoyan al kirchnerismo
hace que ganemos en aliados y se pueda hacer ver que las leyes que
llevan a cabo los gobiernos de izquierdas no terminan favoreciendo a
ciertos sectores si estos no son escuchados. Respecto a esto sí que
hemos logrado que muchas agrupaciones políticas alineadas con el
kirchnerismo nos incluyan en su agenda feminista, de género, y vengan a
preguntarnos qué es lo que queremos para que mejore nuestra vida.
Cambiando de tema, veo que llevas la palabras 'puta' tatuada en el brazo. Supongo que es para reivindicarla y reapropiárosla.
Nosotras históricamente dentro del movimiento de
trabajadoras sexuales en Argentina rechazábamos las palabras puta y
prostituta. Nuestra identidad principal siempre fue la de trabajadora
sexual, primero porque es propia de nuestro sector, segundo para
situarnos como parte de la clase trabajadora.
Nos escapábamos de esas
muchas otras palabras que siguen usándose como insulto dentro de esta
sociedad machista y patriarcal, que durante mucho tiempo nos han herido.
Nos ha dado vergüenza cuando se referían así hacia nosotras porque son
palabras que cargan con mucho estigma y discriminación.
Cargan con la
intención de aleccionar a las mujeres que nos
salimos de las normas establecidas. No por nada nuestro oficio es
utilizado como un insulto, cosa que no pasa con otros oficios. No se
dice albañil como insulto, no se dice empleada de casa particular como
insulto. Se dice puta porque hay un sector de trabajadoras sexuales que
está estigmatizado, que trabaja con una parte del cuerpo que una parte
de la sociedad la sigue considerando con una concepción de sacralidad.
Luego de participar en un
encuentro en 2014 acá en Barcelona con el movimiento de trabajadoras
sexuales de Europa, que orgullosamente llevaban remeras [camisetas]
en las que ponía “putas feministas” y se reivindicaban así, discutimos
en AMMAR y decidimos que sí, que ya demasiado le regalábamos al
patriarcado todos los días como para seguir regalándole también parte de
nuestra identidad.
Que tenemos que dar la batalla no solamente en las
leyes y desde la transformación social, sino también apropiándonos del
discurso, apropiándonos del lenguaje." (Ter García , El Salto, 12/11/17)
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