15.11.17

Puta, sindicalista y feminista, Georgina Orellana es la secretaria general de la Asociación de Mujeres Meretrices de Argentina... integrada en la Central de Trabajadores de la Argentina

"Puta, sindicalista y feminista. Georgina Orellana es la secretaria general de la Asociación de Mujeres Meretrices de Argentina (AMMAR), un colectivo reconocido por la Central de Trabajadores de la Argentina que agrupa a más de 6.000 trabajadoras sexuales. 

Su objetivo: conseguir el reconocimiento institucional de su profesión. Hablamos con Georgina en la sede en Madrid de Hetaira, colectivo en defensa de los derechos de las trabajadoras del sexo.

Lo primero que me llama la atención es que AMMAR está reconocida como parte del movimiento sindical.

Sí. AMMAR es una organización que ya lleva 22 años y desde sus inicios se integró en la Central de Trabajadores y Trabajadoras de la Argentina, que tiene un nuevo modelo sindical que permite nuclear, no solamente aquellos trabajos que están reconocidos por el Estado, sino también todos los movimientos sociales que luchan precisamente contra la precarización laboral, contra los marcos ilegales, por acceder a derechos laborales.

Las trabajadoras sexuales estamos nucleadas en una central obrera y somos parte de la cotidianidad de estar todo el tiempo con otros sindicatos, con otros trabajadores y trabajadoras. Tenemos un camino reconocido en el mundo sindical argentino. 

Nosotras, más allá de que nuestro país no reconozca nuestro trabajo como un trabajo, ya ganamos mucho espacio cuando la CTA [Central de Trabajadores de la Argentina] nos reconoció como trabajadoras.

¿El Gobierno argentino os tiene también como un agente interlocutor?

No, nuestra lucha es justamente esa. En Argentina el trabajo sexual no está contemplado como un delito pero en los últimos años se han aprobado muchas normativas, leyes y ordenanzas para combatir la trata de personas que equipararon nuestra actividad con la trata y con las que se han prohibido ciertas modalidades del trabajo sexual. 

Han prohibido el trabajo sexual en pisos, en whiskerías, en cabaret. Han prohibido también la oferta de trabajo sexual en medios de comunicación. Muchas de nuestras compañeras han tenido que generar otros mecanismos para seguir trabajando, de manera mucho más precaria y mucho más clandestina, porque no pueden publicar sus servicios en los clasificados de los diarios.

 Su alternativa son los volantes en la vía pública, pero eso también ha generado que una parte del movimiento feminista que considera nuestro trabajo como una actividad que violenta el cuerpo de la mujer haya hecho campaña para estigmatizar esa forma de trabajo. Todas estas ordenanza y leyes que han salido adelante lo han hecho impulsadas por el feminismo abolicionista. Nuestras voces no fueron escuchadas y no fuimos parte de las mesas de discusiones.

Frente al feminismo abolicionista, vosotras también os consideráis feministas y estáis reconocidas por buena parte del movimiento feminista argentino.

Tenemos un reconocimiento a nivel social y dentro del feminismo que hemos logrado a través de los años, cuando comenzamos a incidir, entendiendo que el feminismo también nos pertenece, que también las trabajadoras sexuales somos feministas. 

El feminismo históricamente ha excluido a ciertos sectores, no solamente a las compañeras lesbianas, negras, musulmanas o a las compañeras trans, sino que también hay una historia de exclusión dentro de los feminismos hacia las prostitutas. 

La gran batalla que damos ahí es marcar la agenda, que nuestras voces sean escuchadas, interpelar al feminismo que no nos reconoce como un sujeto de derechos para que se comprenda que, más allá de que cada una pueda tener una posición sobre la prostitución, abolicionista o a favor del reconocimiento de derechos, lo importante es que el sujeto debe decidir por sí mismo. 

Creemos importante que, cuando se despliegan políticas punitivas o políticas públicas sobre un sector, sea ese sector el que tenga que decidir, no que otros hablen por él. Ese es el feminismo que nosotras defendemos, la principal ética feminista en torno a la autonomía de las mujeres.

Ahora os enfrentáis a la represión que se deriva, desde 2012, de la nueva Ley de Trata, pero vuestra reclama es la regulación de la profesión.

Nosotras lo que comprendemos es que la prostitución sí está regulada por el Estado, pero de una manera punitiva. Nuestra lucha es que se regule desde el derecho laboral.

¿Y hay algún modelo que consideréis más positivo? 

Son muy pocos los países que tienen regulado el mercado sexual. Hemos profundizado en cada modelo, hablado con colectivos de trabajadoras sexuales, y con el que más sentimos empatía es con el modelo de Nueva Zelanda, pero también entendemos que cada país tiene su propio contexto socio económico. 

No es lo mismo Nueva Zelanda que Argentina, aparte de que son países con marcos legislativos y sociedades distintas. En nuestro país hay que seguir dando la batalla cultural más allá de que tengamos leyes de vanguardia, como la del matrimonio igualitario o la de igualdad de género. Hay otras que nos tienen como protagonistas a las mujeres que todavía están pendientes: una es el aborto, otra es el trabajo sexual.

Lo que hicimos fue preguntarnos a nosotras mismas de qué manera queremos que el Estado reconozca nuestros derechos. No hablamos de un modelo reglamentarista, tampoco hablamos de un modelo de regulación.

 Hablamos de un reconocimiento de derechos. No queremos que el Estado intervenga al 100% en nuestra vida, queremos tener autonomía en el trabajo sexual, pero entendemos que el Estado tiene que estar presente con derechos y garantías, garantizar que tengamos acceso a la obra social, al aporte jubilatorio, a vivienda, a la educación para aquellas compañeras que no han tenido la posibilidad de terminar la Primaria y Secundaria.

También entendemos que las compañeras deben poder trabajar sin ser perseguidas por las fuerzas de seguridad, sin tener que pagar coimas [sobornos] o cánones a la policía para que les dejen trabajar tranquilas, y hablar también de un marco de descriminalización.

 En Argentina tenemos muchas leyes que criminalizan ciertos espacios: la vía pública, los avisos clasificados, los lugares de alterne, los pisos. Creemos que debe haber una discusión con esas legislaciones y debemos ser nosotras las que estemos sentadas ahí y podamos decidir de qué manera queremos trabajar, respetando que el mercado sexual es muy amplio y hay muchas modalidades, y la ley que queremos llevar adelante tiene que ser inclusiva.

¿Puedes contar más sobre el modelo de Nueva Zelanda?

Es un modelo que se considera 'neorregulacionista' y que incluye políticas públicas para las trabajadoras sexuales, el impulso de cooperativas para que las trabajadoras puedan agruparse y trabajar de manera autónoma. También la creación de una mesa de diálogo para tratar mejoras a la ley en la que estén incluidas las trabajadoras sexuales. 

Es una ley pensada para beneficiar a las trabajadoras sexuales. En otros países, las leyes van más en beneficio de las terceras partes, de los empresarios. En cambio el modelo neorregulacionista de Nueva Zelanda tiene más una perspectiva de derechos laborales para las trabajadoras sexuales.

Entonces no es una ley que beneficia a los prostíbulos.

No. Aparte, crea la posibilidad de que el Estado pueda otorgar créditos para que las trabajadoras sexuales puedan crear una cooperativa.

Pero, con Mauricio Macri gobernando Argentina desde 2015, la situación no parece muy propicia para conseguir este reconocimiento. ¿Ha empeorado la situación que vivís desde que comenzó su gobierno?

Desde que está gobernando ha desplegado políticas neoliberales y arrasado con muchas políticas públicas que fueron conquistas por el movimiento de mujeres, por el movimiento feminista y, sobre todo, por la clase trabajadora. 

La violencia hacia nuestro sector se ha recrudecido. Hay más persecución policial hacia las trabajadoras sexuales. Hay una disputa sobre quien puede hacer uso del espacio público y quien no, donde quedamos fuera las trabajadoras sexuales, las trans, todas aquellas que pertenecemos a los sectores populares, los migrantes. 

Dieron más capacidades a a las fuerzas de seguridad para que puedan tomar acción contra nosotras, amparados en discursos xenófobos, transfóbicos y putofóbicos. Hay detenciones arbitrarias por no portar DNI, por averiguación de antecedentes a partir de importación de rostros. No es lo mismo ser blanca que ser negra… Todo eso ha vuelto de nuevo, y hay al menos una parte de la sociedad que apoya echar a los migrantes, no quieren a las travestis, no quieren a las putas... quieren un espacio público “limpio”.

Claramente sabemos que este no es un contexto propicio para poder impulsar leyes como las que reivindicamos, cuando la gran mayoría de actividades diarias de la militancia se basan justamente en eso, en defender que nuestras compañeras no se vayan presas, que ninguna compañera trabajadora sexual migrante sea expulsada,en ayudar a que las compañeras puedan hacerse su documentación. Nosotras somos las primeras que intervenimos ante una detención arbitraria en las comisarías y también pedimos colaboración de otros sectores de movimientos sociales para que también puedan visibilizar la problemática.

Ahora se está discutiendo una reforma laboral, pero nosotras estamos en un escalón mucho más abajo: no tenemos reconocido nuestro trabajo, trabajamos en la clandestinidad, perseguidas por la policía, estigmatizadas por una parte de la sociedad, excluidas por una parte del feminismo, y ahora hay una reforma laboral que viene a arrasar con los derechos que la clase trabajadora ya había conquistado, así que no es un momento propicio para pedir cambios de leyes.

 Pero sí es un momento propicio para, desde la resistencia, hacer alianzas con sectores del movimiento feminista, del movimiento de mujeres, del movimiento sindical, y hacerles comprender que las trabajadoras sexuales somos parte de la sociedad y también abrazamos otras causas que nos interpelan y nos pertenecen.

También es buen momento para poner sobre la agenda, sobre todo del kirchnerismo, que estuvo 12 años en el gobierno y desplegó unas leyes prohibicionistas sobre nuestro sector, que hoy han dejado a un gobierno liberal todos esos dispositivos estatales en bandeja y es por eso que ahora se despliega una mayor violencia.

 Encontrarnos en la calle con los movimientos que apoyan al kirchnerismo hace que ganemos en aliados y se pueda hacer ver que las leyes que llevan a cabo los gobiernos de izquierdas no terminan favoreciendo a ciertos sectores si estos no son escuchados. Respecto a esto sí que hemos logrado que muchas agrupaciones políticas alineadas con el kirchnerismo nos incluyan en su agenda feminista, de género, y vengan a preguntarnos qué es lo que queremos para que mejore nuestra vida.

Cambiando de tema, veo que llevas la palabras 'puta' tatuada en el brazo. Supongo que es para reivindicarla y reapropiárosla.

Nosotras históricamente dentro del movimiento de trabajadoras sexuales en Argentina rechazábamos las palabras puta y prostituta. Nuestra identidad principal siempre fue la de trabajadora sexual, primero porque es propia de nuestro sector, segundo para situarnos como parte de la clase trabajadora. 

Nos escapábamos de esas muchas otras palabras que siguen usándose como insulto dentro de esta sociedad machista y patriarcal, que durante mucho tiempo nos han herido. Nos ha dado vergüenza cuando se referían así hacia nosotras porque son palabras que cargan con mucho estigma y discriminación.

 Cargan con la intención de aleccionar a las mujeres que nos salimos de las normas establecidas. No por nada nuestro oficio es utilizado como un insulto, cosa que no pasa con otros oficios. No se dice albañil como insulto, no se dice empleada de casa particular como insulto. Se dice puta porque hay un sector de trabajadoras sexuales que está estigmatizado, que trabaja con una parte del cuerpo que una parte de la sociedad la sigue considerando con una concepción de sacralidad.

Luego de participar en un encuentro en 2014 acá en Barcelona con el movimiento de trabajadoras sexuales de Europa, que orgullosamente llevaban remeras [camisetas] en las que ponía “putas feministas” y se reivindicaban así, discutimos en AMMAR y decidimos que sí, que ya demasiado le regalábamos al patriarcado todos los días como para seguir regalándole también parte de nuestra identidad.

 Que tenemos que dar la batalla no solamente en las leyes y desde la transformación social, sino también apropiándonos del discurso, apropiándonos del lenguaje."                   (Ter García  , El Salto, 12/11/17)

No hay comentarios: