25.5.18

Parece razonable que alguien que gana más de 100 millones de dólares al año debería pagar al menos el 90% en impuestos (como en los tiempos del presidente republicano Eisenhower)

"El empleo será uno de los bienes más escasos de mundo y todo aquello que parecía tan sólido cederá. “A pesar de que el PIB está alcanzando el nivel más alto de su historia en muchas naciones, a la gente se le dice que la atención básica, esa misma que se daba por supuesta cuando las economías en general eran bastante más pequeñas, ya no estará disponible”, reflexiona Charles Enoch, director de Economía Política de los Mercados Financieros del St. Antony’s College de la Universidad de Oxford.

El sistema tributario actual resulta incapaz de captar los recursos públicos que necesita el mundo. Las causas de este fracaso quizá se hallan en aquellas palabras del economista ­John Kenneth Galbraith (1908-2006) cuando advirtió sobre “la opulencia privada y la miseria pública”.
“La enorme complejidad de las operaciones globales de las multinacionales, junto a la voluntad de las big four [KPMG, PwC, ­Ernst & Young y Deloitte] de crear y vender estructuras que separan la tributación de las ganancias de los lugares donde de verdad se desarrolla la actividad de la compañía, ha llevado a una situación en la que incluso el Fondo Monetario Internacional (FMI) reconoce que las normas de la OCDE no sirven a su propósito”, observa Alex Cobham, director de Tax Justice Net­work, un grupo de activistas que denuncian los abusos del sistema impositivo internacional. Sus expertos han echado cuentas.

 La elusión fiscal de las multinacionales deja unas pérdidas de 500.000 millones de dólares al año en el planeta e ilumina las luces rojas. La Asociación Internacional de Abogados (IBA, por sus siglas en inglés), quizá la voz más importante de los juristas del mundo, califica estas añagazas tributarias como una vulneración de los derechos humanos.
De esto se habla cuando hoy se habla de impuestos. Incluso el diario Financial Times —trinchera inexpugnable del laissez faire, laissez passer fiscal— ha mostrado las fracturas del sistema. Un estudio reciente del periódico británico revela que las grandes multinacionales pagan muchos menos tributos ahora que antes del crash de 2008. En concreto, la tasa efectiva (la proporción de beneficios que esperan pagar) ha caído un 9% desde la crisis financiera.

 Un descenso que llega al 13% en las grandes firmas tecnológicas. “Necesitamos un nuevo paradigma que grave los impuestos empresariales y del capital de una forma más amplia”, defiende Jason Furman, expresidente del Consejo de Asesores Económicos de Barack Obama.

 “Con las políticas adecuadas podemos conseguirlo. Lo ideal sería que fueran negociadas y coordinadas entre los países. Pero si esto, como parece, resulta difícil, las naciones pueden diseñar sistemas que funcionen en sus propios territorios y que beneficien al resto del mundo”.  (...)

Toda esa ira la han despertado en los últimos meses las grandes compañías de la revolución digital, que han encontrado en multitud de territorios con una tributación ínfima (Luxemburgo, Irlanda, Bélgica, Holanda) su particular patio de recreo. 

El daño es profundo. Los países europeos perdieron 5.400 millones de euros entre 2013 y 2015 en impuestos de Google y Facebook, porque diluyeron sus beneficios a través de esas jurisdicciones. Y es que siempre parece haber un país dispuesto a ofrecer una mejor arcadia fiscal que la anterior.  (...)

la fiscalidad para Amazon es un regate continuo y con esa estrategia ha viajado durante décadas. De hecho, la implantó en 2003 en Luxemburgo. Un país que Tax Justice Network denomina “la Estrella de la Muerte del secreto financiero” y que ha convertido la competencia fiscal en política de Estado.

 Muchos de sus críticos sostienen que si Amazon se ha transformado en el mayor retailer del planeta es en parte porque ha arrinconado la fiscalidad hasta el borde de lo ético. Actualmente la compañía busca una segunda sede y ha dejado claro a las ciudades candidatas lo que espera de ellas: “Un ambiente acogedor y estable para los negocios y la estructura fiscal”.  (...)

Esos tributos que se escapan impiden construir una sociedad más equitativa. Un trabajo de la Royal Society of Arts (RSA) sugiere que con las nuevas tasas que se podrían aplicar a Facebook, Amazon y Apple resulta posible dar a todos los ciudadanos británicos menores de 55 años una renta básica universal de 10.000 libras. ¿Una quimera?  (...)

Porque el relato sobre los impuestos es una discusión entre la justicia y la inequidad. Sin su mediación, los ricos serían más ricos y la desigualdad mayor. Este mundo partido en dos lo retrata un ensayo (The Role and Design of Net Wealth Taxes) de la OCDE. Los millonarios tienen más influencia, poder y pueden generar ingresos sin trabajar.

Gravar a los megarricos

“Una persona que se emplea por 20.000 euros al año y otra que recibe lo mismo pero invirtiendo están en posiciones diferentes”, censura el estudio. Y añade: “Un aspecto clave de la acumulación de riqueza es que se retroalimenta: la riqueza engendra riqueza”. Por eso el economista Thomas Piketty propone un impuesto global sobre el patrimonio que grave con un 5% o 10% a las fortunas superiores a 10 millones de euros.  (...)

Pero la sociedad exige gravar más a ese 1% que acumula el 82% de la riqueza de la Tierra. Es luz y es justicia. La fortuna de los dueños de Amazon, Apple o Facebook procede de la confianza de la sociedad en sus bienes y servicios, y no de la materia oscura del universo, y a ella debe regresar de forma proporcional. 

“Si Mark Zuckerberg, por ejemplo, tiene previsto ganar este año 4.000 millones de dólares, ¿es mejor que esté en el mismo rango que alguien que gana digamos 300.000 dólares o debería estar en un tipo del 90% y tener 3.600 millones para hospitales y escuelas?”, se cuestiona Charles Enoch, profesor en la Universidad de Oxford.  (...)

“¿Y sería el propio Zuckerberg menos ‘feliz’ si solo aumenta su patrimonio en esa cantidad?”. Parece razonable, avanza Enoch, que alguien que gana más de 100 millones de dólares al año debería pagar al menos el 90%. Y dado el tamaño de la economía digital, se desmorona el argumento de que gravar a los superricos solo captaría una pequeña cantidad de dinero comparado con la dimensión de los flujos mundiales. 

Esas mismas palabras sirven para los impuestos de las grandes corporaciones. “Cualquier empresa que obtiene, pongamos, más de 10.000 millones de dólares debería pagar el 90% del exceso al Estado”, zanja el experto.  (...)

“Habría que volver a considerar la tasa Tobin [grava las transacciones financieras mundiales] como forma de generar recursos de bienes públicos globales y contribuir a la estabilidad financiera. Bajas tasas de ese impuesto pueden dar elevados ingresos”, sostiene Daniel Titelman, director de la División de Desarrollo Económico de la Cepal (Comisión Económica para América Latina y el Caribe).  

(...) paraísos fiscales que ocultan, según Gabriel Zucman, profesor de Economía en Berkeley (California), 8,7 billones de dólares. Apagar esa noche oscura de la insolidaridad sería el mejor tributo a la urgente revolución de los impuestos."             (Miguel Ángel García, El País, 20/05/18)

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